martes, 15 de julio de 2014

TODO ES POSIBLE EN ¡ESPORLES!

EL ALTAR

Había llegado a Esporles y se había integrado sobremanera. Hacía ya más de un año y la verdad es que le parecía una vida apacible y tranquila. Se entretenía caminando por sus alrededores, haciendo pequeñas excursiones dentro del bosque descubriendo páramos bellos y sorprendentes. Las montañas, antaño lugares desconocidos, le parecían parte de su entorno, una prolongación de las mismas calles por las que caminaba para ir a trabajar. El contacto con la naturaleza había sustituido de alguna manera la compañía que había dejado atrás.



CAMINO A LA ERMITA DE MARISTEL·LA
Una mañana se sorprendió caminando por aquellas siniestras y tenebrosas colinas que a aquellas horas, las siete de la mañana, parecían bastante ordinarias. Estaba escalando una pendiente herbosa y frondosa que parecía esconder una zona desprovista de vegetación. Pensó que seguramente aquel paraje había sido víctima de algún incendio, pero después de observar con atención, no encontró ninguna evidencia del mismo. Quedó prendado del lugar y después de permanecer allí como hipnotizado se dio cuenta que  aquella desolación estaba acompañada de un silencio insano. No había ruido alguno, no se veía ningún animal y ni la brisa, normal en aquellas mañanas, se atrevía a visitar aquel aquel extraño lugar. Entonces, en la parte central, lo vió, una mesa de piedra, un altar solitario. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?


Se acercó, extendió la mano y lo tocó. De golpe visiones ancestrales se adueñaron de su ser. Un templo apareció ante él, sus puertas de granito estaban abiertas. Figuras grotescas esculpidas en mármol coronaban la entrada. En su interior reinaba la oscuridad, pero al entrar las sombras se diluyeron y pudo observar cuerpos, personajes que rodeaban el altar y que con cánticos antiguos susurraban en coro creando un sonido absorbente y cautivador. Se acercó aún más y sobre el altar pudo ver una figura humana, desnuda, maltratada y con el cuerpo lleno laceraciones. Aquella penosa criatura levantó la cabeza y lo miró. Reconoció su propia cara, él mismo yacía en aquella oscura visión, una visión que lo miró antes de gritarle:

- ¡Huye! ¡Vete de aquí!



La imagen se diluyó y desapareció. Se levantó temblando y comprobó por la altura del sol que ya habían pasado unas dos horas. Quería correr, salir de allí cuanto antes. Pensó con frialdad, se calmó y decidió hacer alguna foto con su móvil. La enviaría a sus amigos, no podrían creer lo que se podía encontrar en aquellos bosques Esporlianos y aquella sería una buena anécdota.

Volvió a casa. Durante todo el día la visión de aquella extraña construcción le acompañó. La noche se hizo larga y en sus sueños volvió a aquel lugar extraño pero no lo hizo sólo. La gente del pueblo lo acompañaba en procesión, lo rodeaban y se postraban ante él.

Despertó como cada mañana y se fue a trabajar. El día en Sa Caseta transcurrió con normalidad. Durante la jornada miraba las montañas y se sentía atraído por ellas. Llegó, en alguna conversación distendida con algún vecino, a enseñar las fotos de aquel extraño lugar. Los lugareños desconocían su existencia y en más de una ocasión giraban la vista de forma brusca cambiando de tema o corriendo  a con la excusa de tener alguna cosa que hacer.

Aquella misma tarde, decidió volver y como si el camino estuviera marcado, como si lo hubiera hecho infinidad de veces llegó. Se plantó ante el altar y contempló su majestuosidad. Hipnotizado por su magnetismo cerró los ojos y se sumió en un trance. Al despertar se encontraba en el mismo lugar y ya había pasado un tiempo. Se miró las manos y observo como el rojo sangre las había ensuciado. Sus falanges goteaban y su ropa estaba empapada. Se levantó y cerró los ojos pensando que aquella ensoñación desaparecería y entonces, al abrirlos, vió, sobre el altar, una figura. Se acercó tembloroso para observar una imagen repulsiva. Una chica, despedazada, abierta en canal, desangrada y con los órganos extirpados y mordidos en algún intento enfermizo de alimentarse. Entonces le llegó el sabor de la sangre. Sacó la lengua y rozándola con los dientes notó la textura densa, espesa y desagradable.



Salió corriendo pero se paró en seco. ¿Qué había hecho? No podía volver al pueblo con aquella pinta. En un acto reflejo y poco reflexivo, fruto de aquella situación, decidió desprenderse de la ropa y esperar a que oscureciera. Las sombras lo llevarían hasta su casa y allí mientras se liberaba del hedor a muerte pensaría qué hacer. Su hermano no podía verlo así, tenía que actuar con la máxima serenidad. ¿Qué diabólica presencia había allí? ¿Qué lo había obligado a hacer aquello? 

Bajó abruptamente dominado por el miedo. Trastabilló y calló dando tumbos y atravesando zarzas, y clavándose piedras. No dejó de correr y tampoco dejó de caer una y otra vez. Su cuerpo semidesnudo y lacerado llegó a la entrada del pueblo. Con sigilo atravesó las calles y protegido por la oscuridad llegó a la puerta de su casa. Intentó meter las llaves en el paño pero estas no entraron. ¡Qué demonios! Lo volvió a probar hasta que entendió que alguien había cambiado el paño de la puerta. Miró a su alrededor sollozando, temblado, respirando como si el aire tuviera que acabarse en cualquier momento. De pronto se dio cuenta que no había ningún tipo de ruido, el silencio era sepulcral. Miró al cielo y comprobó la ausencia de pájaros. Aquella sensación era la misma que había sentido ante aquel diabólico altar. Se arrodilló sollozando, acurrucado, tembloroso e indefenso.



De pronto, las puertas de las viviendas a su alrededor se abrieron. Personajes ataviados con túnicas se postraron ante él. Era la gente que cada día servía en su negocio, era la gente con la que había convivido durante más de un año. El cántico empezó a salir de sus bocas y cientos de figuras se levantaron y se acercaron a él. Las manos lo agarraron y lo alzaron mientras él intentaba revolverse y zafarse de su presa. Su cuerpo extenuado entró en una especie de trance y mientras lo portaban podía ver como el cielo se oscurecía. Reconocía los árboles, giraba la cabeza y reconocía a sus vecinos, sin voluntad intentaba gritar, pedir ayuda. Fue  en aquellos momentos, consciente del final, cuando pensó en sus amigos, en su familia. Llegaron al lugar, aquel lugar de pesadilla donde algo se había desatado y de alguna manera lo había poseído. Quitaron el cadáver de aquella pobre muchacha y lo colocaron sobre el altar. Lo ataron y allí, mientras los cánticos cada vez eran más intensos, se dispuso a morir.

- ¿Por qué? ¿Por qué?- gritó una y otra vez. 

Una figura encapuchada se acercó. Se colocó presidiendo el altar. Alzó las manos y el silenció reinó. Los cánticos se apagaron y sus palabras fluyeron. 

- Has hecho un sacrificio de sangre. Chaugnar Faugn, el horror de las colinas, debe ahora cobrarse una víctima. El mismo que ha ejecutado el sacrificio, el humano que lo ha llamado. Si no lo hiciéramos el terror se sumiría sobre Esporles. Debes entenderlo hermano.

- ¡Però Ale! ¡Soy tu hermano!

- Somos más que eso. Pertenecemos a algo más grande, formamos parte del todo y a la vez de la nada. Hoy vas a tener el privilegio de servir a un fin mayor. Hoy conocerás a uno de los padres. Has sido escogido, el destino te ha llamado y tu vas ha servirlo. Gracias a ti el sacrificio de Esporles quedará saldado un año más.  



Levantó la cabeza para ver como su propio hermano presidía aquella especie de sórdida celebración, sin comprender y comprendiendo a la vez aquella llamada arcana . Los cánticos volvieron a sonar, todos los allí presentes tenían los ojos en blanco. Desesperado no sabía que hacer, no tenía voluntad y se sintió derrumbado. Miró al cielo y vió como sobre  él se abría una brecha, un portal, una entrada a nuestro mundo. Unos tentáculos aparecieron y se acercaron tímidamente. Miró a su alrededor buscando ayuda. Entonces observó a una figura de pie, mirándolo absorto. Fijó su mirada y entonces la reconoció. Observó su cuerpo atado, lacerado, torturado por la situación y volvió a mirar a la figura calva que lo observaba des de el pasado, seguramente absorto por la influencia de aquel altar maldito. Observó a su otro yo, seguramente de alguna dimensión paralela y decidió advertirle.

- ¡Huye! ¡Vete de aquí!

Pero él ya sabía que era demasiado tarde.

FIN
Dedicado a Nando.
Aunque no estes aún nos sigues inspirando.


Igual que el crepúsculo que hay entre la luz y las sombras, hay en Mallorca una zona desconocida en la cual todo es posible. Podría llamarse la dimensión de la imaginación, una dimensión donde nacen sucesos y cosas extraordinarias, un lugar donde los Dioses Primigenios son respetados. Un lugar de culto donde ningún foráneo está a salvo. El lugar donde, seguramente, empezará el fin de todo lo que existe. ¿Qué no es posible? Todo es posible en ¡ESPORLES!   



2 comentarios:

  1. Joerrr no podre volver a ver a guille con los mismo ojos....
    ¿a ver como te las apañaas para la seguynda parte? ¿Podra nando escapar del dios primigenio? ¿Sera el fin del mundo?

    Me asalta una duda. ¿Por qué las historias d'esporles siempre hay sacrificios?

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  2. No era Guille! Era Alejandro!!! Nando no escapó, pero como he insinuado en la historia, existen realidades alternativas y por eso el espacio-tiempo de nuestro Nando no se verá ¡¡¡afectado!!!!

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