miércoles, 6 de octubre de 2021

GLOOMHAVEN 21: EL TRONO INFERNAL

Siempre la peor acción pero haciendo el bien. La mejor manera de dejar nuestra “marca” en el mundo es hacer lo que decimos. Palabras convertidas en acción. Nuestras ideas pueden ser tan buenas y, por qué no, mejores que las de cualquier otra persona del mundo. Pero tendremos que hacer algo con ellas y en mi grupo, como somos unos boca chanclas, pues nos toca apechugar. ¡Hay que enfrentarse al demonio que somos buenos! Así que nos giramos y fuimos a buscar nuestras armas.

ArtStation - Founders of Gloomhaven, Alexandr Elichev

Antes de que podieramos alcanzarlas, el demonio adivinó nuestras intenciones.

“¡Tontos! “Su voz resonó en nuestro cráneo como un tambor: “Os atrevéis a ir en mi contra, en mi poderosa casa” habéis cometido un grave error.

Con un estallido de fuego su enorme forma desapareció en la oscuridad. “ Venid a mí, mis siervos! Lapidad a estos mortales, decorad mi palacio con sus entrañas!

Pues nada, empezaron a salir demonios por todos lados y nosotros a lo nuestro, ¡reventar cabezas!

Quiero abandonar el campo de batalla y hacer una pequeña reflexión. Hacía una semana habíamos salido de aquella casa por la ventana, con una calma increíble. Serenos, sin prisa, primero uno y luego otro, alejándonos luego a paso lento, incluso cuando empezaba a oírse en la distancia a los guardias gritando. Splinter llevaba una bolsa con los objetos robados y Noldier tuvo calma para caminar despacio ante los habitantes que lo miraban con asombro e indignación y arrojó el cuchillo al río y se alejó como si estuviera dando —y en realidad es lo que hacía— un tranquilo paseo. Impotente, en la esquina misma, el dueño de aquel palacio, que se había escondido al verlos entrar, los miraba alejarse, pensando que había, al menos, salvado la vida. Sürstroming había destrozado todo a su paso y Trambólico había dado buena cuenta de los esclavistas que se jactaban de haber ganado una fortuna con mujeres y niños. Siempre haciendo el bien en Gloomhaven.


Tengo cierta experiencia en eso de que te jodan los malos, por eso siempre que nos topamos con la más leve maldad, nos ponemos en modo exterminio. Dos veces nos hemos enfrentado a cultistas y zombis, con sangre fría, con alevosía, con ganas de eliminar el mal de raíz. Una de las veces escaparon unas cuantos y gracias a las tabernas y tugurios que frecuentamos, identificamos a dos fulanos con nombres y apellidos. Llegamos a considerar romperles las piernas, pero al verlos en familia, desistimos, no tuvimos huevos. ¿A dónde nos ha llevado la piedad? Hasta una dimensión con un demonio algo subidito al que tenemos que derrotar.

No se si los demonios de otras realidades o dimensiones son conscientes de a quien se enfrentan. Creo que les da igual, que les importa un carajo, ellos con su presencia y poderes piensan que van sobrados. Confian en su nivel, en su poder demoníaco. Viven pensando en que no hay amenaza que pueda con ellos. Así que nosotros hemos nacido para demostrar que deben de salir de su zona de confort, que deben de informarse mucho más sobre los mercenarios que habitamos en el plano terrestre. 

No sé quien gobierna el plano demoníaco, pero debe de estar lleno de demagogos, sistemas que complican la vida, oportunistas sin escrúpulos y cantamañanas que hace tiempo que no visitan la Tierra y que no saben nada de lo que allí acontece. Pero es un gustazo ver esa mirada terrorífica, que nos amenaza con superioridad pasmosa. Con la inocencia de un niño invoca demonios de todo tipo y nos ponemos en guardia. En el fondo disfrutamos con el teatrillo, nos gusta la inmersión, no perdemos la oportunidad de un buen calentamiento. Aún así, aunque la amenaza nos sea desconocida, nos miramos entre nosotros y en nuestra cabeza resuena ese timbre quejumbroso que se cuela en la acción y que nos da el toque de "¡Preparense!". En el fondo la batalla comienza y lo único que nos viene a la mente es que ¡lo vamos a pasar de miedo!

Así que volviendo al campo de batalla, nos cebamos con todo demonio viviente y al cruzar una de las puertas nos encontramos al maldito demonio Jefe encima de una altar. Intentamos atacarlo pero era inmune a nuestras embestidas. Fue un golpe accidental al altar lo que nos hizo darnos cuenta que aquella era la única manera de dañarlo. Acometimos diversas embestidas pero el maldito altar demoníaco aparecía y desaparecía constantemente mistral invocaba demonios en cada salto. Nos defendimos con uñas y dientes mientras perseguíamos al altar.

Con un golpe final sobre el mármol de aquella construcción, la fisura creció sin control y giró salvajemente, escupiendo rayos de energía en ángulos extraños. Un agudo gemido emergió de él y aumentó en intensidad hasta que el sonido retumbó por todo el palacio. Con un brillante destello de luz, la voz se colapsó en sí misma y luego explotó fuera, enviando una onda expansiva que destruyó todos los demonios en su camino.

Mientras la ola golpeaba al demonio principal, su aura se disipó y un grito perforó vuestras mentes. Sus piernas se entrelazan debajo de él y se derrumbó, explotando en innumerables fragmentos de roca.

Los gritos se detuvieron y el Palacio quedó extrañamente tranquilo. Con la amenaza destruida, lo único que quedaba por hacer era saquear el lugar y regresar a nuestra propia dimensión.

Aquí acabamos un arco argumental. Nuestro próximo viaje ha de beber de localizaciones que tenemos abiertas.