El espejo
Las mujeres escaseaban para él. Hacía un tiempo ya, que las mañanas y las tardes le eran solitarias y las noches se tornaban largas e interminables. Era extraño, realmente extraño que en aquel pueblo no hubiera ninguna mujer dispuesta a pasar el rato en compañía de tan entrañable personaje. Había pensado que su físico no era el adecuado, pero nada más lejos de la verdad, su cuerpo era ejemplo de fortaleza física y su calva recordaba a ese elenco de actores, ya curtidos por la edad, que guardaban su atractivo en su propia condición de alopécicos. Después, resultaba afable en el trato, una persona sencilla y sincera. Tenía una vida interior rica y siempre se entretenía con sus hobbies.
No había una explicación científica ni biológica que pudiera dar respuesta a semejante hecho. Por eso, un mañana, al coger el diario, se sintió atraído por un anuncio curioso. El anuncio hablaba de una nueva tienda en Esporles, dedicada al esoterismo, que vendía conjuros amorosos. Lo leyó una par de veces pero después lo olvidó por completo. Pasó el día trabajando en Sa Caseta, sirviendo cafés y bebidas y al mismo tiempo cruzando miradas furtivas con alguna cliente. Pero como siempre, fueron esfuerzos infructuosos.
Volviendo a casa, aquella misma tarde, se topó, sin querer, con la tienda anunciada en el diario. El letrero de entrada rezaba ESOTERIKA, remedios para todos los males.
Se sintió atraído por curiosidad y después de comprobar que en la tienda no había nadie que lo pudiera reconocer, entró. La luz tenue de la tienda era acogedora y un pequeño mostrador de cristal mostraba todo tipo de artilugios. La sensación de calma era brutal y se sintió relajado, sorprendentemente relajado. De pronto, de detrás de unas cortinas rojizas y opacas surgió una figura humana. Seguramente, él hubiera esperado una especie de señora mayor, tipo bruja o alguna madura peculiar con túnica e incienso en la mano. Sí había olor a incienso pero la persona que tenía delante era un chica escultural de pelo rubio y ojos verdes.
- Hola. ¿Qué desea?
Allí plantado no sabía que hacer ni que decir. De hecho no había oído ni una sola palabra y lo único que hacía era mirar absorto a aquella bella chica.
- ¿Hola? ¿Me escucha?
- Sí. -reaccionó secamente y parco en palabras.
- ¿Y? ¿Qué desea?- insistió la chica.
- ¿Quien?
- Usted.
- ¿Yo? Pues no sé.
- Por experiencia- comenzó la chica- sé que cuando alguien entra en la tienda y reacciona como tú lo está haciendo porqué necesita algo que no se atreve a decir. Seguramente necesitas algún tipo de remedio para tu virilidad o mejor aún, una ayudita con ¿las chicas?
Sin tiempo, ni necesidad de decir nada, asintió con la cabeza. Estaba embelesado y no osaba moverse ni un milímetro más. Así que una vez más, la chica tomó la iniciativa.
- Mira, tengo algo que te puede ayudar. Acércate por favor.
Como si se tratara de uno de los marineros del barco de Ulises, atraído por el canto de las sirenas, se acercó lentamente al mostrador. Todo a su alrededor se oscureció y su campo de visión sólo enfocaba la pequeña caja que aquella chica sacó del interior de la trastienda. Mientras, la cortina rojiza y opaca volvía a su lugar como si cayera lentamente, sin gravedad alguna.
La chica abrió la caja y de su interior sacó un objeto que a primera vista le pareció más que extraño. No porqué fuera diferente, al contrario, era tan cotidiano que no veía como podría ayudarle. Se sorprendió y levantó la mirada confuso buscando una explicación en los ojos de aquella chica. Volvió a bajarla y volvió a contemplar aquel objeto.
- ¿Un espejo?- preguntó de forma irónica.
- Sí, un espejo de mano. Un espejo peculiar, muy peculiar. Es un objeto maldito, un objeto olvidado, un objeto que ha pertenecido a colecciones esotéricas de lo más interesantes. Hace poco, cayó en mis manos y no lo he probado nunca. Te propongo un trato. Si lo pruebo contigo no te cobraré nada, consigamos o no el objetivo.
- Pero ¿Para qué sirve? ¿Qué se supone que hace? ¿Cómo...?- ahora estaba realmente interesado. Su interés era enorme y no dejaba de mirar la puerta de entrada, no quería que nadie interrumpiera aquel momento sacro.
- Cuenta la leyenda- comenzó la chica- que a toda aquella mujer que reflejada en el espejo, se le declaré amor, aceptará, quedando hechizada al momento.
- Y ya está.
- Sí, ya está. Pero lo que no sé, porqué no viene explicado en ningún texto, es si utilizar el objeto tiene algún tipo de consecuencia.
- Entonces puede que no haya ninguna.
- Puede. Bueno, en todo caso, ¿Estás resuelto a utilizarlo?
La pregunta fue directa, sin concesiones, con seguridad aplastante. No hubo dudas y decidido extendió la mano esperando que aquel objeto se posara, preparado a ser utilizado.
Salió de la tienda con el espejo en el bolsillo. Caminó decidido hasta casa, lo dejó encima de la mesa y se sentó ante él. El tiempo pasó y el utensilio contaminó su mirada con un aura que lo sugestionaba sin parar. Fue en ese trance, cuando decidió buscar a la víctima adecuada. Aquella chica le había dicho que después de utilizar el espejo lo devolviera inmediatamente a la tienda. No podía perder el tiempo, le había echado el ojo a alguna fémina, pero no todas cumplían los requisitos. Debían ser solteras o no tener novio. No pensaba romper parejas y complicarse la vida. Pasó la noche pensando en quien. Tenía varias opciones y debía escoger con paciencia.
Levantó la persiana del bar y empezó su jornada laboral. El espejo aguardaba, esperando la ocasión de ser utilizado y liberar por fin su poder.
Después de un par de horas llegó el momento. La chica se acercó a pedir, como cada día un café. Se apoyó en la barra e inclinó ligeramente el cuerpo. Él no se lo pensó, levantó el espejo y cuando la chica se reflejó en él, dijo:
- ¿Te quiero?- dudó en el último momento.
La respuesta no se hizo esperar y la chica lo agarró de la nuca y lo acercó, dándole un beso en la boca. Él se dejó llevar. Después de la muestra efusiva de amor la chica se dirigió a él.
- No sabes cuanto tiempo hace que quería hacer esto. Esta noche podemos ir a cenar y después podemos quedar en mi casa. ¿Te parece?
- Sí- afirmó- y tanto.
- Te veo después amor.- dijo ella mientras se alejaba sin quitarle ojo de encima.
"¡Vaya pasada!" Pensó. Aquel objeto había cumplido perfectamente su cometido. Ahora sólo quedaba devolverlo y se acabó.
A media mañana unas chicas se acercaron al bar. Unos tipos de la barra empezaron a hablar sobre ellas y comentaron algo sobre una apuesta. Si alguno, conseguía una cita con alguna de ellas, los demás le pagarían 100 euros. Nuestro amigo pensó en la oportunidad de ganar un dinero fácil utilizando el espejo y se apuntó. Se acercó bajo la mirada atenta de aquellos personajes y utilizó el poder del espejo. Los resultados fueron los mismos, quedando también para cenar y otros menesteres con la chica en cuestión. Pensó que después le daría largas y se acabó.
Animados por el poder de atracción de aquel calvo camarero, los tipejos aumentaron la apuesta, si podía conseguirlo de nuevo. Al final de la tarde había ganado unos 1.000 euros pero había quedado con seis chicas. Lo mejor era llamar a la primera y desaparecer del bar antes que llegaran las otras.
Justo al anochecer, cuando la luna brillaba llegaron la seis chicas. Él decidió no perder el tiempo y dejar las cosas claras y así lo hizo, lo que no sabía era que acababa de desatar el infierno.
- Pero yo te quiero. La haría todo por ti.
- Yo también mi amor.
La situación se reproducía exponencialmente y lejos de razonar aquellas mujeres estaban cada vez más fuera de sí.
- ¡Yo por ti me sacaría los ojos!
A continuación la chica se dirigió a una de las mesas del bar, cogió un tenedor y empezó a clavárselo en el ojo derecho.
La sangre empezó a brotar cayendo a borbotones y enrojeciendo su ropa. La clientela perpleja se levantó asustada y las sillas empezaron a caer creando un sonido atronador. La chica de rodillas, seguía hurgando en su ojo utilizando aquel utensilio que asemejaba un bisturí quirúrgico. Con el ojo ya en la mano se levantó y se acercó a él, entonces extendió el brazo en señal de ofrenda.
- ¡Si lo que quieres es mi corazón, yo te lo daré!- gritó otra mientras aquella situación pesadillesca continuaba.
La segunda chica cogió una botella y la rompió sobre la barra. Con los dientes del cristal traslúcido empezó a hacer una incisión en su pecho. Los gritos de pánico de los espectadores ensordecían el ambiente. La chica se abrió el pecho ante la mirada atónita de todo el mundo. Él no sabía que hacer, estaba paralizado. Aquella chica empezó a golpear con una fuerza inusitada su esternón hasta que se oyó un crujido.
- ¿Si no eres nuestro no serás de nadie!
Giró la cabeza para ver como el resto de las chicas se acercaban amenazadoramente. Reculó con la intención de huir, pero antes debía coger el espejo y buscar ayuda en la tienda. Se metió detrás de la barra lo cogió y saltó. Al otro lado, de rodillas, la chica con el corazón aún latiendo en la mano, lo miraba fijamente mientras caía al suelo para no levantarse nunca más.
Las demás se armaron con cuchillos, sacacorchos, botellas ... y empezaron a correr tras él. Reaccionó con presteza y se movió hacia su bici, pasando por entre las mesas y viendo como la primera chica se estaba arrancando el otro ojo. Llegó hasta la bici, subió y empezó a pedalear con fuerza. Pasó por calles oscuras, no sabía que encontraría más adelante pero siguió. No había nadie, era él, la oscuridad y los focos que se iban diluyendo bajo su mirada.
Cuando llegó a la tienda estaba sofocado por la falta de aire, se ahogaba. Bajó de la bici pero al revisar la calle, no estaba. ¡La tienda no estaba! Sintió un escalofrío al sentir el ruido de pies corriendo en su dirección, gritando su nombre y gimiendo sentimientos falsos que había generado aquel horrible objeto.
Subió de nuevo a la bici y continuó su huída. Entre el destello fulminante de la luna pudo ver un cruce de caminos y en él, la figura femenina que lo había metido en aquel embrollo. Siguió hasta ella y paró.
- ¡La tienda no está! ¡El espejo!
- El espejo ha funcionado a la perfección.-comenzó la misteriosa chica.
-¿Qué?
- El espejo pertenece a una serie de objetos malditos que crean el caos en la Tierra. Sólo los humanos pueden utilizarlos. Hay grupos de humanos encargados de conseguir estos objetos y destruirlos. Pero yo lo protegí y tú has conseguido crear el caos con él.
- Pero yo no quiero...esas pobres chicas...
- ¡Asesinadas por ti y por tu codicia! Las demás no cesarán hasta acabar contigo, pues tal es el hechizo maléfico del espejo.
Sacó el espejo, lo miró y lo alzó dispuesto a estrellarlo contra el suelo y poner fin a toda aquella pesadilla.
- ¡Eso no las parará! Míralas, dispuestas a despedazarte por amor. ¿Cuando alguien te ha querido así?
Bajaban a la carrera, como poseídas y dispuestas a todo. Los ojos de aquellas chicas lo miraban fijamente, con la determinación de aquellas que deben cumplir con su deber. Por encima de cualquier cosa el amor enfermizo iba a desembocar en un baile se sangre.
Lanzó el espejo con fuerza y éste se estrelló en el suelo. No sufrió ningún daño y levitó hasta las manos de aquella extraña mujer.
-¡Por favor! ¡Páralas!- dijo sollozando mientras dejaba caer la bicicleta al suelo.
- Hay una manera. Deberás quedarte en este pueblo para siempre. Aunque puedas salir esporádicamente, estarás destinado a volver eternamente y cuando llegue el momento se te reclamará.
- Pero ¿por qué?
- Cuando todo pase lo sabrás. ¿Hay trato?
Miró hacía aquellas chicas que estaban casi encima de él y con lágrimas en los ojos aceptó. La extraña chica se acercó a él y en aquel cruce de caminos, selló el trato con un ósculo sagradamente demoníaco, entonces, todo acabó.
Levantó la persiana del bar y empezó su jornada laboral. El espejo aguardaba, esperando la ocasión. Después de un par de horas llegó el momento. La chica se acercó a pedir, como cada día un café. Se apoyó en la barra e inclino ligeramente el cuerpo. Él miró el espejo con miedo y desesperación, después le sirvió el café.
Al llegar a casa supo que todo era real. Escondió el espejo y en ese momento supo que él era el guardián. Otros objetos llegarían y allí, en Esporles, un lugar remoto, y escondido del resto del mundo los probaría. Lo peor de todo era que debía cumplir con su pacto ¡hasta el final!
Igual que el crepúsculo que hay entre la luz y las sombras, hay en Mallorca una zona desconocida en la cual todo es posible. Podría llamarse la dimensión de la imaginación, una dimensión donde nacen sucesos y cosas extraordinarias, un lugar donde los Dioses Primigenios son respetados. Un lugar de culto donde ningún foráneo está a salvo. El lugar donde, seguramente, empezará el fin de todo lo que existe. ¿Qué no es posible? Todo es posible en ¡ESPORLES!
Se sintió atraído por curiosidad y después de comprobar que en la tienda no había nadie que lo pudiera reconocer, entró. La luz tenue de la tienda era acogedora y un pequeño mostrador de cristal mostraba todo tipo de artilugios. La sensación de calma era brutal y se sintió relajado, sorprendentemente relajado. De pronto, de detrás de unas cortinas rojizas y opacas surgió una figura humana. Seguramente, él hubiera esperado una especie de señora mayor, tipo bruja o alguna madura peculiar con túnica e incienso en la mano. Sí había olor a incienso pero la persona que tenía delante era un chica escultural de pelo rubio y ojos verdes.
- Hola. ¿Qué desea?
Allí plantado no sabía que hacer ni que decir. De hecho no había oído ni una sola palabra y lo único que hacía era mirar absorto a aquella bella chica.
- ¿Hola? ¿Me escucha?
- Sí. -reaccionó secamente y parco en palabras.
- ¿Y? ¿Qué desea?- insistió la chica.
- ¿Quien?
- Usted.
- ¿Yo? Pues no sé.
- Por experiencia- comenzó la chica- sé que cuando alguien entra en la tienda y reacciona como tú lo está haciendo porqué necesita algo que no se atreve a decir. Seguramente necesitas algún tipo de remedio para tu virilidad o mejor aún, una ayudita con ¿las chicas?
Sin tiempo, ni necesidad de decir nada, asintió con la cabeza. Estaba embelesado y no osaba moverse ni un milímetro más. Así que una vez más, la chica tomó la iniciativa.
- Mira, tengo algo que te puede ayudar. Acércate por favor.
Como si se tratara de uno de los marineros del barco de Ulises, atraído por el canto de las sirenas, se acercó lentamente al mostrador. Todo a su alrededor se oscureció y su campo de visión sólo enfocaba la pequeña caja que aquella chica sacó del interior de la trastienda. Mientras, la cortina rojiza y opaca volvía a su lugar como si cayera lentamente, sin gravedad alguna.
La chica abrió la caja y de su interior sacó un objeto que a primera vista le pareció más que extraño. No porqué fuera diferente, al contrario, era tan cotidiano que no veía como podría ayudarle. Se sorprendió y levantó la mirada confuso buscando una explicación en los ojos de aquella chica. Volvió a bajarla y volvió a contemplar aquel objeto.
- ¿Un espejo?- preguntó de forma irónica.
- Sí, un espejo de mano. Un espejo peculiar, muy peculiar. Es un objeto maldito, un objeto olvidado, un objeto que ha pertenecido a colecciones esotéricas de lo más interesantes. Hace poco, cayó en mis manos y no lo he probado nunca. Te propongo un trato. Si lo pruebo contigo no te cobraré nada, consigamos o no el objetivo.
- Pero ¿Para qué sirve? ¿Qué se supone que hace? ¿Cómo...?- ahora estaba realmente interesado. Su interés era enorme y no dejaba de mirar la puerta de entrada, no quería que nadie interrumpiera aquel momento sacro.
- Cuenta la leyenda- comenzó la chica- que a toda aquella mujer que reflejada en el espejo, se le declaré amor, aceptará, quedando hechizada al momento.
- Y ya está.
- Sí, ya está. Pero lo que no sé, porqué no viene explicado en ningún texto, es si utilizar el objeto tiene algún tipo de consecuencia.
- Entonces puede que no haya ninguna.
- Puede. Bueno, en todo caso, ¿Estás resuelto a utilizarlo?
La pregunta fue directa, sin concesiones, con seguridad aplastante. No hubo dudas y decidido extendió la mano esperando que aquel objeto se posara, preparado a ser utilizado.
Salió de la tienda con el espejo en el bolsillo. Caminó decidido hasta casa, lo dejó encima de la mesa y se sentó ante él. El tiempo pasó y el utensilio contaminó su mirada con un aura que lo sugestionaba sin parar. Fue en ese trance, cuando decidió buscar a la víctima adecuada. Aquella chica le había dicho que después de utilizar el espejo lo devolviera inmediatamente a la tienda. No podía perder el tiempo, le había echado el ojo a alguna fémina, pero no todas cumplían los requisitos. Debían ser solteras o no tener novio. No pensaba romper parejas y complicarse la vida. Pasó la noche pensando en quien. Tenía varias opciones y debía escoger con paciencia.
Levantó la persiana del bar y empezó su jornada laboral. El espejo aguardaba, esperando la ocasión de ser utilizado y liberar por fin su poder.
Después de un par de horas llegó el momento. La chica se acercó a pedir, como cada día un café. Se apoyó en la barra e inclinó ligeramente el cuerpo. Él no se lo pensó, levantó el espejo y cuando la chica se reflejó en él, dijo:
- ¿Te quiero?- dudó en el último momento.
La respuesta no se hizo esperar y la chica lo agarró de la nuca y lo acercó, dándole un beso en la boca. Él se dejó llevar. Después de la muestra efusiva de amor la chica se dirigió a él.
- No sabes cuanto tiempo hace que quería hacer esto. Esta noche podemos ir a cenar y después podemos quedar en mi casa. ¿Te parece?
- Sí- afirmó- y tanto.
- Te veo después amor.- dijo ella mientras se alejaba sin quitarle ojo de encima.
"¡Vaya pasada!" Pensó. Aquel objeto había cumplido perfectamente su cometido. Ahora sólo quedaba devolverlo y se acabó.
A media mañana unas chicas se acercaron al bar. Unos tipos de la barra empezaron a hablar sobre ellas y comentaron algo sobre una apuesta. Si alguno, conseguía una cita con alguna de ellas, los demás le pagarían 100 euros. Nuestro amigo pensó en la oportunidad de ganar un dinero fácil utilizando el espejo y se apuntó. Se acercó bajo la mirada atenta de aquellos personajes y utilizó el poder del espejo. Los resultados fueron los mismos, quedando también para cenar y otros menesteres con la chica en cuestión. Pensó que después le daría largas y se acabó.
Animados por el poder de atracción de aquel calvo camarero, los tipejos aumentaron la apuesta, si podía conseguirlo de nuevo. Al final de la tarde había ganado unos 1.000 euros pero había quedado con seis chicas. Lo mejor era llamar a la primera y desaparecer del bar antes que llegaran las otras.
Justo al anochecer, cuando la luna brillaba llegaron la seis chicas. Él decidió no perder el tiempo y dejar las cosas claras y así lo hizo, lo que no sabía era que acababa de desatar el infierno.
- Pero yo te quiero. La haría todo por ti.
- Yo también mi amor.
La situación se reproducía exponencialmente y lejos de razonar aquellas mujeres estaban cada vez más fuera de sí.
- ¡Yo por ti me sacaría los ojos!
A continuación la chica se dirigió a una de las mesas del bar, cogió un tenedor y empezó a clavárselo en el ojo derecho.
La sangre empezó a brotar cayendo a borbotones y enrojeciendo su ropa. La clientela perpleja se levantó asustada y las sillas empezaron a caer creando un sonido atronador. La chica de rodillas, seguía hurgando en su ojo utilizando aquel utensilio que asemejaba un bisturí quirúrgico. Con el ojo ya en la mano se levantó y se acercó a él, entonces extendió el brazo en señal de ofrenda.
- ¡Si lo que quieres es mi corazón, yo te lo daré!- gritó otra mientras aquella situación pesadillesca continuaba.
La segunda chica cogió una botella y la rompió sobre la barra. Con los dientes del cristal traslúcido empezó a hacer una incisión en su pecho. Los gritos de pánico de los espectadores ensordecían el ambiente. La chica se abrió el pecho ante la mirada atónita de todo el mundo. Él no sabía que hacer, estaba paralizado. Aquella chica empezó a golpear con una fuerza inusitada su esternón hasta que se oyó un crujido.
- ¿Si no eres nuestro no serás de nadie!
Giró la cabeza para ver como el resto de las chicas se acercaban amenazadoramente. Reculó con la intención de huir, pero antes debía coger el espejo y buscar ayuda en la tienda. Se metió detrás de la barra lo cogió y saltó. Al otro lado, de rodillas, la chica con el corazón aún latiendo en la mano, lo miraba fijamente mientras caía al suelo para no levantarse nunca más.
Las demás se armaron con cuchillos, sacacorchos, botellas ... y empezaron a correr tras él. Reaccionó con presteza y se movió hacia su bici, pasando por entre las mesas y viendo como la primera chica se estaba arrancando el otro ojo. Llegó hasta la bici, subió y empezó a pedalear con fuerza. Pasó por calles oscuras, no sabía que encontraría más adelante pero siguió. No había nadie, era él, la oscuridad y los focos que se iban diluyendo bajo su mirada.
Cuando llegó a la tienda estaba sofocado por la falta de aire, se ahogaba. Bajó de la bici pero al revisar la calle, no estaba. ¡La tienda no estaba! Sintió un escalofrío al sentir el ruido de pies corriendo en su dirección, gritando su nombre y gimiendo sentimientos falsos que había generado aquel horrible objeto.
Subió de nuevo a la bici y continuó su huída. Entre el destello fulminante de la luna pudo ver un cruce de caminos y en él, la figura femenina que lo había metido en aquel embrollo. Siguió hasta ella y paró.
- ¡La tienda no está! ¡El espejo!
- El espejo ha funcionado a la perfección.-comenzó la misteriosa chica.
-¿Qué?
- El espejo pertenece a una serie de objetos malditos que crean el caos en la Tierra. Sólo los humanos pueden utilizarlos. Hay grupos de humanos encargados de conseguir estos objetos y destruirlos. Pero yo lo protegí y tú has conseguido crear el caos con él.
- Pero yo no quiero...esas pobres chicas...
- ¡Asesinadas por ti y por tu codicia! Las demás no cesarán hasta acabar contigo, pues tal es el hechizo maléfico del espejo.
Sacó el espejo, lo miró y lo alzó dispuesto a estrellarlo contra el suelo y poner fin a toda aquella pesadilla.
- ¡Eso no las parará! Míralas, dispuestas a despedazarte por amor. ¿Cuando alguien te ha querido así?
Bajaban a la carrera, como poseídas y dispuestas a todo. Los ojos de aquellas chicas lo miraban fijamente, con la determinación de aquellas que deben cumplir con su deber. Por encima de cualquier cosa el amor enfermizo iba a desembocar en un baile se sangre.
Lanzó el espejo con fuerza y éste se estrelló en el suelo. No sufrió ningún daño y levitó hasta las manos de aquella extraña mujer.
-¡Por favor! ¡Páralas!- dijo sollozando mientras dejaba caer la bicicleta al suelo.
- Hay una manera. Deberás quedarte en este pueblo para siempre. Aunque puedas salir esporádicamente, estarás destinado a volver eternamente y cuando llegue el momento se te reclamará.
- Pero ¿por qué?
- Cuando todo pase lo sabrás. ¿Hay trato?
Miró hacía aquellas chicas que estaban casi encima de él y con lágrimas en los ojos aceptó. La extraña chica se acercó a él y en aquel cruce de caminos, selló el trato con un ósculo sagradamente demoníaco, entonces, todo acabó.
¡NANDO FLIPANDO CON EL BESO! |
Al llegar a casa supo que todo era real. Escondió el espejo y en ese momento supo que él era el guardián. Otros objetos llegarían y allí, en Esporles, un lugar remoto, y escondido del resto del mundo los probaría. Lo peor de todo era que debía cumplir con su pacto ¡hasta el final!
FIN
Dedicado a Nando.
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Igual que el crepúsculo que hay entre la luz y las sombras, hay en Mallorca una zona desconocida en la cual todo es posible. Podría llamarse la dimensión de la imaginación, una dimensión donde nacen sucesos y cosas extraordinarias, un lugar donde los Dioses Primigenios son respetados. Un lugar de culto donde ningún foráneo está a salvo. El lugar donde, seguramente, empezará el fin de todo lo que existe. ¿Qué no es posible? Todo es posible en ¡ESPORLES!