lunes, 28 de diciembre de 2015

¡ESTABA SEGURO QUE VENDRÍAS!

Ser agresivo no es lo mismo que reaccionar con agresividad de forma puntual. El primer condicionante señala a un personaje enojado consigo mismo y de aceptación social difícil. Creo que la segunda opción enmarca de forma más precisa a mi amigo Nando. Normalmente este tipo de comportamiento provoca situaciones desagradables y suele generar rechazo social. Pues no. El tipo muestra actitudes agresivas en el marco de una discusión, quiere tener razón cuando no la tiene, no sabe controlar su ira sobre el tablero, se ríe hasta de su sombra… ¿y todo eso le crea algún problema? ¿Cree el isleño que debe cambiar su comportamiento? Para nada.

¿VIOLENTO?
Parece ser que el tipo cae bien a todo el mundo y que su comportamiento no es criticable. ¿Os suena el "Es que él es así" que va acompañado de la aceptación social en todas sus vertientes? Pues eso es lo que pasa. El tipo es muy listo y sabe manejar a las masas. El amigo se muestra extrovertido con todos, no tiene problemas con nadie y es en la soledad más absoluta cuando aporrea a unos y a otros sin piedad. Es optimista y nunca se rinde, este aspecto es un valor positivo pero cuando lo extrapolas a un contexto más peligroso, donde el personaje pueda disfrutar del dolor que genera, resulta un tanto inquietante. Es apasionado en todo lo que hace, pero cuando es matar la pasión terrenal se convierte en el ansia viva. Además el mamón es proactivo y eso me genera violencia, ¡no para!

He llegado a sospechar que la gente que lo rodea actuamos así por miedo. Nuestra relación con él está condicionada por los temores que brotan de nuestro interior. Temor a disgustarle, a que no se sienta cómodo, a que no haya suficiente comida o a que el juego no le guste.

Como no queríamos que se sintiera ofendido y desatara con nosotros esa especie de agresividad que esconde, decidimos que él escogiera juego. Entró en la biblioteca y se acercó a la estantería de juegos, de golpe, una caja empezó a gimotear y salto a sus brazos. Nando la levantó en volandas y mientras sonreía y daba vueltas gritaba: "¡Zombis! ¡Zombis!". Por fin después de tantos años se habían reencontrado.



Nando se sentó a la mesa, cogió su figurita, la puso en la loseta central, se limpió las lágrimas y se concentró. Su mirada era la de un controlador, un personaje dominador, con carácter. No le interesaba nada de lo que pasaba a su alrededor, no le importaba nuestra amistad, estaba eliminando todo sentimiento… se nos iba. Entonces Chechi, muy oportuno, me dio un golpe bajo la mesa. Reaccioné y avisé a Núria que nos acercó el chocolate y las chuches. Al oler aquellos exquisitos manjares se produjo una desconexión y Nando volvió en si mismo, giró la cabeza levemente y se dirigió hacia el chocolate. Sus ojos se tornaron húmedos, flexibles, limpios…lo estábamos alimentando bien. Eso nos daría cierto margen de maniobrabilidad y lo sabíamos.

¡VENGA ZOMBIS!

La partida fue de los más exigente. A cada tirada de dados diezmaba al ejercito zombi y con las cartas de eventos no dejaba de putearnos. Se reía constantemente y no dejaba de disfrutar. Mataba y mataba, reía y reía, comía y comía. Durante cuatro largas horas estuvo repartiendo estopa. Cuando moría resucitaba y volvía aún más jocoso si cabe. Estábamos asistiendo al nacimiento del placer zombiacal. 



El placer zombiacal es aquel placer que experimenta Nando al estar excitado ante la posibilidad de acabar con un zombi. Este tipo de placer mejora la vida de algunos individuos tipo Nando. Esta sensación de disfrute, goce o satisfacción hace que nuestro amigo, en el fondo, se tranquilice. Pone en funcionamiento todos los sentidos: visual (ver al zombi sin extremidades), auditivo (el ruido del bate rompiendo un cráneo), táctiles (la cabeza en sus manos), olfativas (el olor de la sangre putrefacta) y gustativa ( el sabor del sudor de la batalla).



Pues ahí lo teníamos, enfrascado, en plena vorágine, disfrutando como un crío. En el fondo los demás también disfrutamos lo nuestro. Hasta algunos nos sumamos a la fiesta y también reímos lo nuestro-Verlo de esa guisa, con la boca llena de chocolate mientras reía, esa camaradería, esa sincronía, esa afinidad con Núria, ese loco con el bate… es nuestro loco. Disfruta con lo sencillo, no necesita grandes montajes, lo más mundano, lo más normal y el tipo se va adormir pensando que ha sido el mejor día de su vida.

FELICIDAD

Cuando todo acabó, después de 4 horas, fue Núria la que lo pico a un LUCHADOR y ahí ya no tubimos nada que hacer. Se unió a Chechi y nos fulminaron dos partidas seguidas y una ¡con PIN! ¡Qué felicidad! Dosis de violencia virtual y ya está.

¡ESA MIRADA!

¡LOS SACAMANTECAS!

Cuando se fue me pasé un rato meditando en él. Creo que no le tenemos miedo, que nos gusta que mate zombis, nos gusta que coma chocolate, nos gusta que se ría, que nos pegue mocos (comentarios), que se discuta con todos, que nos quiera, que nos venga a ver, nos gusta que sea feliz… Por eso cuando viene lo damos todo y si no ¡que alguien me diga que 4 horas al Zombis no es darlo todo! En una época en que hacer una amistad es tan fácil como apretar un botón, nosotros nos enorgullecemos de haber pasado las mil y una y después de 25 años seguir como si no hubiera pasado ni un día. 

- Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor, solicito permiso para ir a buscarlo.

- Permiso denegado. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente esté muerto.

El soldado haciendo caso omiso, salió y una hora más tarde regresó, mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.

- ¡YA LE DIJE QUE HABIA MUERTO! Ahora he perdido a dos hombres. Dígame, ¿merecía la pena  ir a  buscarlo y traer su cadáver?

Y el soldado respondió:

- ¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía vivía y al verme me dijo: 

¡ESTABA SEGURO QUE VENDRÍAS!


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