Me ha dado por divagar, y he estado pensando porqué me gustan los juegos clásicos y porqué, en general, me llaman la atención esas ilustraciones con alma y esos materiales puede que menos sobreproducidos en pro de una mecánica con mucha más alma.
En primer lugar creo que un factor fundamental es la nostalgia y amor incondicional a lo Pulp. Aquellas ilustraciones de novela negra, de terror, de ciencia ficción que ahora se utiliza en productos de calidad para darle ese aire que nos arrastra a unos cuantos. De ahí mis primeras lecturas de Asimov, de Conan Doyle, de Philip k. Dick, Robert E. Howard, Lovecraft... Y de ahí también el amor por los juegos de mesa de corte clásico o de temática Pulp.
Hace poco jugamos a la Furia de Drácula, para mi es un juego clásico con unas ilustraciones y una producción que, hoy en día, ya no se ve. Cuando abres la caja de la Tumba de Drácula me vienen a la cabeza esas tardes en las que casi pasabas el tiempo con una luz ténue, disfrutando de la historia y de la compañía. Esas tardes quedaban grabadas a fuego distorsionadas ya que aunque hubieran sido un peñazo, conservas el recuerdo positivo del "yo estube allí", "yo recuerdo haber jugado".
Relacionada con esta nostalgia está también la ilusión, la ilusión de enfrentarte a la aventura, al monstruo y hacerlo con los amigos. Yo llegué tarde a este mundo, pero llegué en el momento adecuado. Puede que me perdiera muchas cosa por el camino, pero el espíritu estaba ahí, adormecido. Yo recibí la señal y tuve la misión y el compromiso de traspasarla y lo hice sin querer por instinto, a otros durmientes.
Los que tuvimos la suerte de vivir épocas anteriores, recordamos con cariño cómo nos sorprendíamos con cada juego, ya que el número de juegos no eran demasiados. Nos flipábamos con un Atmosfear, con una Isla de Fuego, con la Bolsa, con el Imperio Cobra, Drácula... Algo que, por otra parte, es lógico, ya que el mundo de los juegos de mesa estaba en pañales.
Otro de los factores clave es la calidad y el buen hacer que había detrás de casi todos los juegos. Muchas veces estaban hechos por una sola persona o un equipo muy reducido, y eso se notaba en cada detalle. Ahora, muchas de las producciones carecen de esa calidez y sello personal que era tan característico. Ahora hay más a cascoporro y aunque se mantenga, en muchos casos, ese buen hacer, se tiene la sensación de producciones de consumo rápido.
Una Furia de Drácula o un Talisman son juegos imperfectos. No escalan bien en el tiempo, algunas mecánicas chirrían, las figuras son simples y todo en ello parece, aunque hayan pasado apenas 12 años desde su publicación en España, antiguo. La Furia de Drácula se agotó y Devir la editorial que lo había publicado, perdió los derechos. En ese momento el juego pasó al Limbo de los juegos descatalogados, al limbo de los juegos pedidos.
Años después el cazador olió la presa. El juego era imposible de encontrar. Los gordos infectos lo tenían en el bosque, aquel lugar calmado y fresco y a la vez sucio y desamparado. El sol caliente penetraba las hojas y las ramas apenas ya sin fuerza. Los instintos del cazador le pedían agarrarlo y salir corriendo. Ella escuchó el ofrecimiento y olió la sangre igual que él y su compañero. Se mezclaron con las sombras y como viajeros misteriosos lo atravesaron para no volver jamás. El tesoro estaba allí pero no les pertenecía. Entonces, el cazador, empezó a urdir un plan. El mundo era basto y el y sus instintos encontrarían el juego y lo devolverían a casa. A partir de ese momento solo existieron el mundo, el cazador y su presa.
Y lo trajo, Chechi The Hunter no sea anda con chiquitas. Consiguió la edición perdida, la edición olvidada, para nosotros la edición clásica. Nos quedamos con ella, para nosotros es y será un auténtico tesoro. Un clásico como lo es Talismán o como el Descent 1º Edición, juegos imperfectos que son perfectos por lo que representaron. Los jugaremos como tal y los disfrutaremos durante horas porqué ya no están para los demás o si lo están... ya son otros juegos.
Mientras, en el bosque, la Gorda infecta sintió el olor y escuchó el viento sonando en sus oídos. El cazador había estado allí. Miro hacía la estantería para asegurarse que el tesoro no se había movido de su sitio. De la cocina surgió rabioso a la par que asustado el Gordo infecto, con dos cuchillos y dispuesto a matar. Ella lo paró. El cazador y sus compañeros se habían ido. El olor de las fogatas de las cabañas se mezclaba con el olor del bosque y el del bosque con el del cazador y entonces todos los allí presentes fueron conscientes de que Chechi había estado allí.
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