martes, 24 de septiembre de 2013

EL SECRETO DE LA MINA

Esta claro que hemos diseñado una estrategia para demorar al máximo la consecuencias que el juego LAS LEYENDAS DE ANDOR nos brinda cuando estamos inmersos en una de sus misiones. Y es que ayer jugamos la 4ª misión y controlamos el juego impidiendo el avance de los monstruos y haciendo que la alarma no se diera hasta el tercer cuarto.
La cuarta misión consiste en entrar en una mina subterránea (por fin estrenamos el reverso del tablero) para recoger joyas y monedas  por valor de 44 y llevarlas a la entrada. La misión se complicaba con dos cartas, una que daba la alarma en el momento que entráramos en la misma casilla que una criatura y otra que producía unas llamaradas en tres puntos claves de la gruta. Ni que decir que las llamaradas podían tocarte y reducir tus puntos de vida (esta segunda carta la activamos a destiempo por un error, pero como dice Chechi "¡tampoco hay para tanto!"). Todos estos aspectos estaban amenizados con una serie de novedades bastante interesantes, por ejemplo aparecen los derrumbes que te impiden acceder a alguna cámara, aparece también un puente por el que sólo pueden pasar personajes con un nivel de vida igual o superior a el número de un pergamino, aparece un lago subterráneo que activa unas cartas de eventos especiales...
La verdad es que el juego no deja de reinventarse aunque la mecánica siempre sea la misma. jugando la 5ª misión ya hemos puesto en juego a todas las criaturas del juego y ahora sólo falta el dragón. La sexta misión viene en blanco y hay que escribirla, no descarto ponerme pero lo haremos en Navidades. Urge ya que Devir nos ofrezca una expansión con nuevas misiones y no sé si alguna criatura más.
El juego es a partir de 10 años pero mi hija Mar de 8 ha jugado a tres misiones y las ha disfrutado. La ventaja es que es un juego totalmente colaborativo y muchas decisiones son conjuntas, éste hecho facilita que pueda jugar al mismo nivel que nosotros.

Una de las pequeñas trampas que nos ofrecía la misión era una cámara con un troll que custodiaba un tesoro. Íbamos tan sobrados que no fue necesario entrar pero Chechi y yo nos quedamos con las ganas. Aún así la misión fue emocionante y así la relato a continuación.

EL SECRETO DE LA MINA

A los héroes les extrañaba aquel encargo. Defender el castillo, llevar mensajes que pueden salvar un reino, proteger campesinos...todas aquellas misiones les honraban. Pero...¿Entrar en unas minas infestadas de criaturas, poniendo en riesgo sus vidas por un puñado de joyas y monedas de oro? Liphardus tenía la sensación de que alguien quería financiar su propia guerra y que al mismo tiempo quería eliminar el último escollo entre el castillo de Riet y el mal que se avecinaba. Estaba claro que mientras estuvieran en la mina, el castillo estaría desprotegido. 
La lealtad de nuestro grupo de héroes era tal, que las ordenes del Conde Hallgard se cumplirían pero no sin la sospecha de un peligro aún mayor. Por eso plantearon una estrategia diferente, una que les pudiera cubrir las espaldas, un as en la manga.



Una densa niebla se cernía sobre el Bosque Vigilante. Excepto por los crujidos de los pasos de los héroes no se oía ningún otro ruido. Estaban en camino hacia la mina abandonada porque el Conde Hallard, el líder de los enanos escudo, había encomendado a los héroes la tarea de recuperar unas valiosas piedras preciosas.

- Debemos cumplir con la misión y después averiguaremos que está pasando.-sentenció Mairen mientras se dirigía con paso decidido hacía la entrada de la gruta.
- Tienes razón- comenzó Liphardus- pero no estaría de más que uno de nosotros se quedara en la entrada vigilando y cubriendo nuestras espaldas. Después de pensar sobre ello pienso que lo mejor sería que fueras tú, Chada.
- Entiendo tu decisión Liphardus-dijo Chada mientras sujetaba su arco y sacaba una flecha de su carcaj- me encaramaré a un árbol y vigilaré los alrededores. Es importante que la salida esté despejada cuando intentéis salir.
- Chada volveremos con las joyas te lo prometo.-el enano miró a la joven con un gesto dubitativo, no por su inseguridad sinó por dejarla allí sola. Desde el primer momento, el enano no pudo evitar sentirse algo protector con la más joven del grupo. - ¡Te juro por los rizos de mi barba que estaremos aquí antes de que anochezca! 

Chada sonrió un instante y después frunció el ceño, estaba completamente concentrada e iba a cumplir su cometido. El resto de nuestros héroes se dirigieron a la mina y desaparecieron entre las sombras que se cernían sobre la oscura entrada. Desde el primer momento la sensación de peligro hizo acto de presencia. Las galerías de la mina eran angustiosamente estrechas y algunas criaturas merodeaban arriba y abajo mientras los héroes se escondían en la penumbra. Debían moverse con sigilo para infiltrarse entre las criaturas sin correr el riesgo de que estas dieran la voz de alarma. 
Mairen se movía ágilmente con la espalda en la pared de la cueva, buscando la manera de ver sin ser vista. Liphardus movió su cayado ligeramente y empezó a levitar detrás de Mairen. Kram tenía más dificultades para moverse, su armadura y su gran hacha no daban margen a la sutileza que requería aquella misión. Tal vez Chada hubiera sido una aliada más valiosa pero el enano conocía aquella mina que antaño había pertenecido a su pueblo. Kram podía ser lento y torpe pero podía cruzar aquellas galerías con los ojos cerrados, además en un ambiente hostil su fuerza era toda una garantía.



- Chicos-llamó Kram con voz baja. Mairen y Liphardus se dieron la vuelta.-No puedo seguiros pero si puedo ir a mi aire. Si seguís recto llegaréis al otro lado de la mina. Yo cogeré un atajo, un camino menos transitado para llegar sin haceros correr ningún riesgo. 

Con el permiso de sus amigos Kram se alejó por una pequeña gruta y desapareció. Mairen y Liphardus siguieron su camino. Enseguida vislumbraron un  túnel más ancho y por suerte despejado, se movieron con presteza vigilando cada recodo y reaccionando a cada sombra sospechosa. En una de las paredes vieron un brillo inusual en aquella negrura. Se acercaron y vieron una joya incrustada en la roca. Mairen sacó su cuchillo y la arrancó con suavidad, después la colocó en su bolsa. 

De repente un zumbido sordo atravesó la mina y un brillo rojo y mortecino resplandeció en la oscuridad. Después un fuego abrasador llenó las galerías. Mairen se agachó y se cubrió con su capa. Liphardus reaccionó al instante y levantó un escudo protector que cubrió a ambos héroes al completo. La llamarada cesó y al instante nuestros dos amigos comprendieron que aquel no sería un camino de rosas y que debían poner todos sus sentidos al máximo. 


 

En otro lado de la mina Kram avanzaba en silencio. Había conseguido dar con unas cuantas joyas y llevaba la bolsa llena. Estaba a punto de llegar al otro extremo de la cueva, exploraría aquel paraje sombrio y volvería con sus compañeros. De pronto el ruido se intensificó, un grupo de pasos se movían al unísono y a marcha ligera. Kram pudo ver desde su escondite un grupo de gorgs que parecían buscar algo o a alguien. Al otro lado de la gruta escucho el siseante movimiento de una cola que rozaba el suelo en un afán de intimidar a cualquiera que lo escuchara. El skral apareció como salido de la nada, sus movimientos felinos y ágiles le permitan recorrer distancias cortas en milésimas de segundo. Kram no debía mover ni un pelo, básicamente debía dejar de respirar ya que estaba completamente rodeado. Aquella situación no podía empeorar más, ¿o sí?

En el exterior de la mina Chada estaba en la copa de un olmo observando a su alrededor. Hacía rato que había detectado movimiento, sabía que eran gorgs por el ruido de sus pisadas. No dejaban de partir pequeñas ramas y hojas secas y además espantaban a todo bicho viviente. La verdad es que no eran demasiado inteligentes y a Chada le ofrecían, sin visibilidad alguna, un blanco perfecto. Cargó el arco y apuntó en dirección a una zona frondosa donde la verdad no se veía nada más que arbustos y troncos. Tensó la cuerda y con suavidad dejó ir el proyectil que se sumergió en un mar de hojas verdes. Después un sonido sordo y un quejido, a continuación el ruido del peso muerto al caer. Chada sabía que la herida había sido mortal, sus disparos siempre alcanzaban la parte alta del tronco, si acertaba las consecuencias eran devastadoras. Ahora había alertado a los demás, lo sabía porqué ya no se oía nada. Puso su mano en una de las flechas del carcaj, cargó el arco y cerró los ojos. Sus oídos empezaron a filtrar los sonidos. Entonces apareció, era un pequeño crujido pero era más que suficiente.


caminando por el bosque

Mairen y Liphardus avanzaban con precaución. Delante de ellos había la entrada a una pequeña cámara pero estaba cubierta por rocas. Seguramente la fuerte llamarada de antes había provocado aquel derrumbe. El camino estaba bloqueado pero pudieron atisbar el interior y pudieron observar una pequeña armería, con arcos y escudos. 

- Si pudiéramos acceder a esos escudos...-empezó Mairen.
- Esos escudos nos irían muy bien para evitar futuras llamaradas y para defendernos.-acabó Liphardus.

Mairen empezó a mover rocas pero la tarea era evidentemente ardua. Liphardus la apartó con un brazo y se colocó delante de ella. Clavó su cayado en el suelo y susurro un hechizo, cerró los ojos y se concentró. Su semblante cambió completamente, su fuerza se reflejaba en el rostro. Las rocas empezaron a moverse por si solas; las más pequeñas levitaban; las más grandes rodaban a un lado. Quedó al descubierto una roca gigantesca que intentaba moverse pero no acababa de ceder. El sudor apareció en el rostro del mago, sus dientes apretados rechinaban en un último esfuerzo. Mairen vió lo que estaba pasando y resuelta avanzó hasta el cayado y puso sus manos sobre las de Liphardus. Éste abrió un ojo y al ver las intenciones de Mairen sonrió. No era la primera vez que utilizaba la fuerza vital de sus compañeros para dar un pequeño empujón a uno de sus conjuros. La roca empezó a rodar lentamente hasta dejar al descubierto la entrada a aquella armería. Nuestros dos héroes cayeron al suelo exhaustos, ahora tocaba descansar unos minutos y después recobrarían su camino con dos escudos que les serían más que útiles. 

Kram sabía que aquella situación era de por sí bastante mala y que no podía empeorar más, por eso al oír aquel temblor y el sonido de algo grande al moverse empezó a maldecir su suerte. Relatar los insultos y barbaridades que recorrían la mente de Kram nos ocuparía alguna que otra página por eso sólo pondremos un pequeño ejemplo. " ¡Por las barbas de mi abuela y la joroba putrefacta de mi tío Alor! ¡Me maldigo a mi mismo y a mi suerte! ¡Espero que los dioses me acojan en su seno y no me toquen los cascabeles! ¡Hoy seguramente moriré pero me llevaré por delante a toda esta panda de hijos de...!" Las maldiciones cesaron al ver la imponente figura de aquel troll hacer acto de presencia. Sus movimientos eran lentos pero sus fuerza era inmensa. Kram nunca había vencido a un troll él sólo y sabía que necesitaba la ayuda de sus compañeros para superar aquella prueba. Kram pensó que a todo le llamaban aventura, aquella empezó siéndolo pero acabaría en una matanza. Volvío a mirar a aquella banda de monstruos y sonrió. No podía sentir más que lastima por lo que estaba a punto de sucederles. Abrazó su hacha y acercó sus labios a la hoja afilada.



- Tranquila, papa te dará de comer en unos instantes.-Kram beso el hacha y flexionó sus rodillas, aquel sería un episodio digno de escribirse en las crónicas de su pueblo.

Uno de los gorgs pasó a menos de un metro de donde se encontraba el enano. Se movía sin saber que en las sombras le aguardaba la muerte, por eso el grito repentino, el movimiento fugaz y el dolor en su cráneo lo cogió totalmente desprevenido. Cuando el hacha rompió el casco y abrió su cabeza como un melón sólo pudo pensar en la rata que había perseguido durante toda la mañana y que seguramente se comería uno de sus compañeros.
Las demás criaturas dieron la alarma y hubo movimientos en todos los túneles. La marabunta de monstruos empezó a llenar cada recodo de aquella oscura mina. El enano atisbó a ver un puente colgante y corrió hacía él como alma que lleva el diablo. Al cruzarlo se dió cuenta que estaba rodeado y que sus posibilidades eran mínimas. Dos gorgs, un skral y un troll que se acercaba lentamente. Los gorgs iban a besar el suelo, el skral le llevaría un tiempo pero el maldito troll... Kram tenía en mente reventarle el dedo gordo del pie y dejarlo cojo para siempre. ¡Ese sería su legado un troll cojo!

- ¡Acercaos y probad el acero de mi hacha! ¡Os voy a cortar en dos! ¡Venid vástagos infernales!
- ¡Deja de chillar Kram o acabarás atrayendo a todos los trolls de esta maldita mina!- gritó Mairen con la espada desenvainada que oscilaba de un lado a otro.

Uno de los gorgs corrió hacía la guerrera enseñando sus garras y sus mortíferos dientes. De pronto empezó a levitar. La criatura no sabía que estaba pasando y sin previo aviso empezó a chocar contra las paredes de la mina con una fuerza descomunal. Ya sin sentido cayó a los pies de Mairen que giró su muñeca y con las dos manos clavó la espada en la nuca de la criatura.
Detrás de Mairen apareció Liphardus con su cayado en alto, entonces apuntó al segundo gorg. El gorg salió corriendo en dirección contraria y sorprendió al propio enano que no pudo detenerle al pasar por su lado.

La niebla apareció de la nada, densa y espesa se movía sibilante inundando el bosque. Chada sabía que aquella niebla antinatural no traía nada bueno. Empezó a oír pasos en todas direcciones y el aire empezó a silbar en su dirección. La arquera sólo tuvo una décima de segundo para saltar mientras el tronco del árbol dónde se encontraba se llenaba de flechas y lanzas. Ya en el suelo desenvainó su daga y  la coloco en su boca, cogió una flecha y cargó el arco.



La primera sombra venía de cara. Se arrodilló y disparó en sentido ascendente y la sangre fluyó. Por el rabillo del ojo vió una segunda sombra, entonces dejó caer la daga de la boca y la cogió con la mano al mismo tiempo que la orientaba hacía el estómago de la criatura. Sacó la daga llena de sangre y la escondió en su antebrazo doblando la muñeca. Volvió a cargar el arco y empezó a moverse sobre su propio eje, vigilando cualquier movimiento y rezando para que sus amigos salieran con vida de aquella mina mortal. Las acometidas cuerpo a cuerpo se encontraban con una guerrera ágil que no necesitaba golpear con fuerza ya que sólo buscaba cortar tendones y articulaciones. Con cada pausa las flechas silbaban tumbando sombras y reventando ojos. Chada puso su mano en el carcaj, ya no le quedaban flechas.

Mientras, Kram observó al skral. Tenían unos segundos antes que el troll, que ya galopaba torpemente hacía ellos, los alcanzase. Liphardus movió su cayado y lanzó un hechizó al troll que de golpe aminoró la velocidad y comenzó a moverse muy lentamente, como si flotara. El mago les había dado más tiempo. Mairen sacó la espada larga y la corta y embestió con energía sobre el skral que con dificultades iba desviando cada uno de sus mandobles. La criatura reaccionó instintivamente y utilizó su cola para golpear a la guerrera que cayó aturdida al suelo. Kram, que seguía observando a la criatura levantó su hacha y se acercó lentamente preparando su arma. Puso el hacha con la cara plana y lanzó un golpe atronador. El skral paró el golpe pero sólo para ver como el hacha destrozaba sus armas y rompía sus hojas en pedazos. Con la inercia del golpe y con la cintura doblada hacía un lado, Kram sólo tubo que iniciar el movimiento en sentido contrario y se dispuso a dar el golpe de gracia. El skral, desarmado, no hizo otra cosa que cerrar los ojos y encomendarse a sus dioses si es que los tenía.
La alegría duró poco, el brazo del troll golpeó a Liphardus que cayó cerca de Mairen. Los dos alzaron la vista para ver la imponente sombra de aquella espectacular criatura. Kram se movió acercándose a la criatura y con una pequeña finta se colocó a su espalda. La articulación derecha era un buen blanco así que no se lo pensó dos veces y golpeó. El monstruo trastabilló hacía delante y se giro con un grito ahogado. El enano había quedado al descubierto. Mairen saliendo de su aturdimiento recogió sus armas y las clavó en la misma articulación. La criatura chilló sintiendo un dolor indescriptible.
Mairen no podía recuperar sus armas así que Liphardus levantó su cayado y ordenó a las espadas que se movieran pero no para desclavarse sino para acabar de atravesar aquella rodilla maltrecha. Las espadas se abrieron camino destrozando aquella masa musculosa y volvieron volando a las manos de su dueña. El troll cayó de rodillas lanzando golpes arriba y abajo. En uno de esos golpes el enano salió disparado hacía la pared de la cueva. Aturdido intentó levantarse pero volvió a caer con inmediatez. Liphardus utilizando el mismo hechizo arrancó el hacha de las manos de Merk y la lanzó contra la cabeza de la bestia. El hacha se clavó justo en la mitad del cráneo. El troll aulló y empezó a moverse erráticamente mientras perdía pie una y otra vez. 


Mairen aprovecho el momento para encaramarse a sus espaldas y clavar sus hojas en la nuca. La criatura intento levantarse y lo consiguió a medias, respiraba con fuerza y estaba tan alterada que parecía a punto de explotar. Aquel monstruo era tan grande que cualquier movimiento brusco podía acabar con la vida de alguno de nuestros héroes. Fue entonces cuando una sombra redonda saltó sobre la bestia agarrándose con fuerza a la empuñadura del hacha clavada que aún estaba en su cabeza.

- ¡Devuélveme el arma pedazo de carne con músculos!- el enano tiró con fuerza sólo para ver como la masa encefálica de la criatura caía al suelo.

El troll se desmoronó con brusquedad y violencia, su cuerpo inerte se movía espasmodicamente mientras exhalaba su último aliento. Nuestros héroes magullados se miraron y rompieron en una carcajada fruto de una victoria pírrica.

- ¡Cojamos el resto de las joyas y salgamos de aquí!- Liphardus parecía agotado pero sabía que debían salir de la mina cuanto antes ya que no podrían afrontar otro combate como aquel.

Cogieron todas las joyas que vieron y siguiendo a Merk dieron con la entrada de la mina. Cuando salieron enmudecieron. Un campo de cadáveres inundaba el bosque y el hedor a muerte estaba presente en cada palmo de aquel páramo. Empuñaron sus armas y formaron un circulo defensivo apoyando sus espaldas entre si.

- ¿Cómo ha ido vuestra búsqueda? ¡Creo que os habéis perdido toda la diversión!

Chada saltó de la copa de un árbol y cayo frente a sus amigos. Cuando los observó de cerca pudo ver lo maltrechos que estaban y la sensación de fatiga que mostraban sus rostros. Entonces comprendió que ellos también habían podido ejercitar sus habilidades y que los cadáveres debían amontonarse también en la oscuridad de aquella horrible mina.
Merk saltó sobre Chada y la arrancó del suelo mientras reía a carcajada limpia. Los demás empezaron a reír al observar aquella muestra de afecto que podría acabar con el troll más salvaje. El bosque se inundó de aquella camaradería y dicen las leyendas que el sonido de aquellas risas hizo parar al ejercito del príncipe que en esos momentos volvía al castillo de Riet.

"Dedicado a mis amigos los escaladores, al calvo cabrón, al pelanas, a mi mujer y a Chada que tiene el espiritu de mi hija Mar".



3 comentarios:

  1. Mar sera feliz cuando crezca y vea escrita su ninez.
    Miedo me da que quiera imitar a su alterego Chada. Sus compañeros iran con baston y caminadores...
    Me parece de deberias plantearte escribir un libro.

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  2. Agradezco tu comentario. En la cena evitaré meterme contigo, después de 3 años lúdicos te lo mereces!

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  3. Joder! Menudo relato!
    Me ha gustado mucho! Veo que cada vez das mas rienda suelta a tu imaginación. Estoy con Sergi, deberías plantearte el escribir algo de aventuras. Esto es mucho más ameno que "El dones d'aigua" jeje.
    Eso sí, si te decides a escribirlo que no sea a base de posts!

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