domingo, 16 de febrero de 2025

¡MALDECIDO!

Ya el viernes por la noche, mientras jugábamos, Laia lo miró con desdén, con indiferencia y desapego. Nuestro amigo Parrita vino a mi casa, se sentó en mi mesa, se bebió mi vermut, jugó a mis juegos y bajo la mirada atónita de los allí presentes, ganó la mayoría de partidas.

Lo expreso así para que no haya malentendidos y no faltar a la verdad. Es que Angelito no entiende de lenguaje literario, ni de ficción y es complicado que su mente dispersa capte que, lo que se relata en este blog, es una sucesión de ideas que encajan para zurrar al fulija que yo elija.

Dicho esto, Parrita salió de casa con su corona de laureles y bajo los vítores que él mismo escuchaba dentro de su cabeza. No sabíamos cómo continuó la historia, pero tenemos el testimonio que Laia nos relató entre lágrimas al día siguiente:


“ Entró en casa saltando, levantando el brazo en unos aspavientos enérgicos, mientras gritaba a los cuatro vientos ¡El fua! ¡El fua! Después se fue al balcón y se hizo, en solitario, en selfie de la victoria. Se sentó bajo el cielo estrellado y masculló en voz baja lo que parecía un ¡Jodeos! ¡Soy el mejor! “


Laia nos explicó la reacción de Parrita y nos confesó, asqueada por su actitud y al mismo tiempo desolada, que Parrita estaba como enajenado y que la noche fue aún peor. A continuación os dejamos con la íntima  confesión de Laia:


“Se metió en la cama con una sonrisa en los labios, pero no venía solo, llegó con el Feudum bajo el brazo. Lo abrazó, lo tapó con el edredón y le hizo la cucharita. Yo le pregunté que què hacía y él solo respondía: !Tú serás el próximo¡ !Tú serás el próximo¡ Mientras, acariciaba la caja con su mejilla y suspiraba como un chiquillo enamorado. A eso de las tres de la mañana, me desperté y lo vi de pie, desnudo, mirando por la ventana mientras decía de forma repetitiva: ¡Soy el heredero! ¡En nuevo padre de Dragones!”

Nos quedamos de piedra. Angelito no reconocía a ese compañero afable, cariñoso y carismático. El ganar lo había corrompido, su alma ennegrecida por el cúmulo de victorias nos arrastraba a todos a un lugar del que no podríamos volver.  


Le comentamos el problema al amado líder y éste abrió una caja fuerte que tiene en su habitación y sacó un volumen antiguo. Un libro de papel apergaminado y amarillo. Ángelito atónito me preguntó qué era aquello. Yo me armé de paciencia, me tomé mi tiempo y empecé por el principio. Al llegar a Gutenberg el tipo ya tenía más o menos claro qué aquello era un libro.¿Y para qué sirve?


Chechitas ignoró la pregunta y sopló la solapa de aquella antigüedad. Después lo plantó sobre la mesa y buscó información sobre la corrupción. De pronto sonrió y con el dedo señaló lo que parecía un conjuro de liberación. Según aquel texto debíamos vencerle en el juego más simple y esa simple derrota, rompería la atracción que lo atraía hacía el mal. Además, teníamos que dejarle claro que no debíamos incomodar a la madre de dragones en su momento de declive.

Comíamos todos en casa del amado líder para celebrar el cumpleaños de una de las personas más inocentes que conocemos. La idea, era la de jugar después de comer y darle lo suyo al zenutrio de Parra. La verdad es que empezamos fatal ya que el tipo volvió a ganar a un juego llamado Amigos de Mierda. Entonces tuvimos que sacar el armamento pesado y el escogido para romper el embrujo no fue otro que ¡Banda de Castores!

Yo me senté al lado de Ángel y aquí viene nuestra confesión. Le pido a Ángel que corrobore todo lo que voy a explicar a continuación. Ángel es un mago hábil con las cartas así que decidimos lo siguiente. En cada partida nos hacíamos con al menos 3 cartas de 9 que íbamos repartiendonos cuando podíamos. Con esas cartas conseguimos hacernos con unas cuantas rondas y alejar a Parrita de la victoria. Al final el influjo se quebró y vimos cómo la mirada de Parra se tornaba simple, bondadosa y perdía esa intensidad demoníaca tan preocupante. Laia nos miró  y asintió con la cabeza en un gesto de agradecimiento.


Nuestro hermano estaba de vuelta. Empezó con sus mandangas y vimos fluir, de nuevo, ese espíritu liberado ya del yugo del éxito. Mientras todo esto acontecía, la Madre de Dragones lo miraba sonriendo y al mismo tiempo entre lágrimas de tristeza. Ella era la escogida para llevar el peso de tamaña maldición y apretó los puños pensando que por no estar al 100% casi le traspasa esa maldita blasfemia a otro.


2 comentarios:

  1. Los mierdijuegos no cuentan como victorias gloriosas, es un mero calentamiento donde todo jugón tiene la oportunidad de rascar una victoria que otra. Las grandes victorias se forjan en juegos de grandes tableros, con mucho plastiquete y si se tercia con madera de calidad.

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  2. Amigo Parrita, la maldición está rota. Lo que se viene a continuación es la restitución del orden natural lúdico. Se acabó el ganar, la Madre de Dragones está casi lista. El amado líder resurgirá de sus cenizas y nosotros dos y el pobre fulijas, nos repartiremos las sobras.
    ¡Ojalá nunca se hubiera acabado este sueño lúdico!
    ¡Gloria al Parea y su pequeño, pero intenso legado!

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