domingo, 13 de septiembre de 2020

¡EL DECLIVE DE LA RAZA HUMANA!

El tipo no se leyó el reglamento. La idea es simple, no lo leyó. Algunos pensaréis que lo leyó por encima, en diagonal, sin dar demasiada importancia a los detalles. Yo creo que no. No lo leyó y punto. Esto no es una discusión es la evidencia de una realidad palpable y demostrable. ¿Se ayudó de un vídeo tutorial? Sí, rotundo y seguro. No dilatemos más la historia. El juego es FALLOUT SHELTER, un juego de estrategia muy sencillo y entretenido. El dueño del juego, David, se empeña en atribuirle una duración corta (entiendo que de unos 40 minutos), cuando el juego a 4 se va a la hora y un poquito más. Pero bueno si no se ha leido el reglamento que le vas a pedir.

Después de jugarlo, al menos 4 veces y entendieno que el susodicho lo habrá jugado el doble que yo, ¿por qué demoníos, en la última partida, la nuestra, se dedica a escudriñar los recobecos del reglamento cuando no se lo ha leído en la vida? Yo no lo sé y él tampoco. Con la partida en el bolsillo, con 18 puntazos ganados a base de sudor y pura estrategia, con el esfuerzo de saber que superas a la innombrable y saberte ganador, con todo a favor y con dos puntos por encima y el trofeo en el bolsillo, el tipo coge el reglamento y se pone a leer. 

- ¡Ostras!- exclama el mamón emocionado al encontrar información privilegiada- si se acaba el mazo de monstruos se acaba la partida y hace rato que se ha acabado.

Lo miro con desdén, con ganas de atizarle al menos un collejón. A su lado la mirada perdida de Ángel que, en un intento de disimular su estrabismo, confirma la cagada.

- Es verdad, hace rato que hemos vuelto a mezclar el mazo.

La verdad es que la estampa de los dos con el reglamento en mano no trasnmite demasiada seguridad. De hecho casi necesitas coger el reglamento y confirmarlo por ti mismo, no por nada o sí, por todo. Uno no ve tres en un burro y la letra pequeña se le resiste y el otro hace años que no se lee un libro. De comprensión andamos justitos menos cuando tocan las narices. Bueno, error, no pasa nada, seguimos jugando.

En ese último turno agónico en que con tu último muñequito tienes que acabar construyendo o ganando felicidad de cualquier modo posible, en ese turno, el tipo vuelve a echar mano del reglamento. Las alarmas se disparan pero estoy tranquilo ¿qué otra mierda se le puede haber escapado? He ganado seguro pienso yo.

-¡Ostras!- exclama de nuevo el amigo. 

Se me ponen los pelos com escarpias, se me eriza el bello en la nuca y un escalofrío recorre toda mi espalda. Empiezo a sudar y a lamentar que el tipo sepa leer.

- No os lo vais a creer- comenta el mamón con cara de ostia- al final de la partida, si quedan monstruos en tu nivel, se resta tanta felicidad como amenzas haya.

Miro mi nivel y veo una cucarachas radioactiva y un Ghoul, dos monstruos que significan un -2 en el recuento de puntos. Mis 18 puntos se convierten en 16 y entonces veo de reojo los 16 puntos de Núria. ¡No! ¡Otra vez no! Pienso en lo peor, pienso en la derrota pero aún me queda una oportunidad, las condiciones de empate.

El amigo coge el reglamento y profundiza en la sección de empates. Levanta la vista lentamente y con la mirada de una rata traidora abre la boca de la que emergen con suavidad, rollo (Se van a pelear...), los vocablos que conforman una de las peores noticias de la noche.

Atención: el próximo diálogo leelo con tono Punset.

- En caso de empate, el jugador con más recursos, es el ganador.

Miro mis recursos que son 0 y después giro lentamente la cabeza para atisbar que Núria rompe el empate y, como no, vuelve a ganarme de nuevo por culpa del barbeta de los cojones y su reglamento secreto. 

Entonces sentí una molestía que se manifestaba en mi estado de ánimo a la vez que en mi propio cuerpo. Experimente fastidio. Senti calor, cierta pesadez en la cabeza. Tensión en la garganta y algo de opresión en el pecho. La rabia asediaba mi cuerpo y tuve que contener mis reacciones físicas para no afeitar al amigo que feliz esgrimia el reglamento y observaba mi frustración de forma positiva.

Ese es el problema principal de Parramón. El tipo es buena gente y además afable. Miré a David, miré a Ángel y me di cuenta que la raza humana se va por el garete. Me sumé entonces a la fiesta y nos reímos de lo acontecido. La próxima la jugaremos bien, sin errores y por supuesto... sin leer el reglamento.

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