Un obrero se hallaba ocupado trabajando, suspendido en la parte exterior de una ventana del piso once de un hotel. Claro, estaba protegido debidamente con un cinturón de seguridad. Llamó a un amigo que estaba dentro del hotel para que entrara en la habitación donde estaba él. Tan pronto entró en la habitación y miró por la ventana, el amigo vio una escena horripilante. El cinturón de seguridad se desató y, mientras se oía un grito, el obrero desapareció de la vista.
Había un saliente ancho justamente debajo del lugar donde estaba suspendido el obrero, y allí se habían puesto almohadas para que éste pudiera caer sin hacerse daño. ¿Fue divertido? Para el que entró en la habitación y pensó que un compañero había caído 11 pisos, no.
Las bromas, las benditas bromas. Algunas personas que conozco tiene un sentido del humor demasiado desarrollado o hasta torcido y cuando ven la oportunidad, se les hace difícil contenerse. ¿Por qué todo este rollo sobre las bromas? Pues porqué he sido víctima de la última y no estoy demasiado acostumbrado.
Todo comenzó una noche clara y calurosa. No corría ni una gota de aire y la humedad nos hacia estar algo incómodos. Nos sentamos a la mesa dispuestos a jugar un Arkham Horror LCG. El juego es narrativo e immersivo, de hecho es de los tres o cuatro juegos en los que te metes en la historia y sufres como un condenado. Siendo un juego de temática Lovecraftiana no nos quedaba otra que sufrir e intentar llegar a buen puerto. En un momento de la trama o en más de uno, me sentí indispuesto y no tuve más remedio que abandonar la partida para volver más tarde. En este tipo de mecánicas, ausentarse no es la mejor de las opciones, pero no tuve más remedio.
Atrapado en una de las habitaciones del lugar ficticio que mi personaje visitó, tuvimos que hacer frente a un montón de peligros. Los monstruos son lo peor del juego ya que enfrentarnos a ellos es complicado y además, como en todo buen juego de Lovecraft y sus mitos, las mecánicas para resolver enfrentamientos son, ciertamente, muy azarosas. Aquí hay una bolsa llena de fichas que marcan el devenir de la partida.
El tema era que al marchar, me encontraba en una situación delicada, la fase de mitos, donde una carta debía aparecer ante mi personaje. Normalmente aparece una maldición o un monstruo minion, de esos que tocan las narices pero que al final puedes vencer. Al llegar a la mesa mis compañeros me habían dejado la carta boca abajo en mi zona de juego. A levantarla vi que era un monstruo pero al fijarme algo más en los detalles, me di cuenta de lío embarazoso en el que me había metido. El monstruo se llama EL EXPERIMENTO y bajo su nombre había una frase que me pareció, en ese momento, lapidaria: "Algo ha ido terriblemente mal".
Era un monstruo descomunal que tenia 7 de vida pero que, además, recibía 3 vidas extras. Debía superar una prueba de fuerza 4 y en mi estado no podía superar a tamaña monstruosidad. Además pensé que no cuadraba nada con el relato. ¿De dónde había salido aquella carta? Además los demás jugadores (mis queridos compañeros) no se encontraban en mi localización y no tenían intenciones de venir a ayudarme. Y como en todo buen juego Lovecraftiano sólo podía esquivarlo o atacarlo. En los dos casos un suicidio ya que los valores de mis atributos no me acompañaban y mi mano de cartas era un bluf.
Con la cabeza gacha empecé a intentar vislumbrar como demonios salir de aquella situación. Entonces pude escuchar las primeras risas, después las carcajadas y al final me di cuenta de la broma. No voy a compararla con la del albañil pero me dio un vuelco al corazón por todo lo que significaba no superar la campaña. Volver a empezar, decepcionar a tus compañeros, el no haber estado al 100%...
Me la dieron con queso y me la comí enterita. Los felicito porqué lo hicieron perfecto. No sé si aprendí la lección pero la verdad es que sufrí durante unos minutos. Pero amiguetes esto es lo que tiene meterte en los embolaos del señor Lovecraft, que no vuelves a dormir tranquilo, nunca más, una noche entera.
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