La idea de ver a algunos de mis más allegados en una situación límite o bajo la influencia de alguna sustancia psicotropica no es algo normal. Si entendemos, como normalidad, el hecho de que uno de tus amigos venga cada semana a casa a jugar a juegos de mesa, el concepto en si, dista del propio significado para ubicarse en una nueva dimensión etimológica. Por lo tanto, lo que bajo mi prisma es algo natural (por ponerle al tema otro adjetivo) parece bastante extraño en otros círculos, donde, desde el mismo prisma, se ven las cosas con algo más de escepticismo o incredulidad. Y es que esto de quedar para jugar, es más típico de adolescentes que de adultos retroadolescentes, que es lo que parecemos en algunos momentos. Por eso éste viernes la cosa empezó de forma bastante rara y se mezclaron, sin avisar, diferentes argumentos/realidades, más típicos de una película de Tarantino que de una vulgar reunión lúdica.
Y es que, cuando abres la puerta y entra Chechi con restos en la nariz de algo sospechosamente blanco, sólo te queda que pensar que todo tiene una explicación y que esta aparecerá en cualquier momento. Las conjeturas fuera de lugar no son más que un abanico de propuestas mentales más acordes con tu estado psicótico que con una realidad firme donde te ha tocado vivir sí o sí, sin tener en cuenta ni la raza ni el credo. Es por eso que no comenté nada y dejé que las cosas cogieran color, un color que parecía bastante gris oscuro.
El primer juego al que jugamos, fue un estreno, FORTUNA. Un juego sencillo (uno de esos juegos grandes para no jugones o para iniciar a niños) de los que me gustan porque empiezo a verles un futuro cercano en casa, con mis hijos. El juego no está mal, conjunta una serie de acciones relacionadas con el azar (lanzar dados) y con escoger cartas para intentar ganar (aquí sí hay algo de estrategia).
La idea consiste en que somos romanos que debemos avanzar hacia Roma y por el camino debemos forjar nuestro destino, construyendo edificios, ganando materias primeras como el agua o el trigo, montando bacanales con vino y hasta casándonos. Toda esa vida se conformará mientras avanzamos hacia la ciudad, 15 casillas nos separan de Roma y mientras avanzamos necesitaremos favores del emperador que aceleraran nuestra llegada. Llegar el primero no garantiza la victoria pero sí 15 puntos como 15 soles. Después las cartas obtenidas durante la partida te darán la victoria. Hay un aspecto que me gusta mucho y es que si un jugador no consigue ni siquiera cruzar las murallas de la ciudad, no tiene ninguna oportunidad de ganar.
La idea consiste en que somos romanos que debemos avanzar hacia Roma y por el camino debemos forjar nuestro destino, construyendo edificios, ganando materias primeras como el agua o el trigo, montando bacanales con vino y hasta casándonos. Toda esa vida se conformará mientras avanzamos hacia la ciudad, 15 casillas nos separan de Roma y mientras avanzamos necesitaremos favores del emperador que aceleraran nuestra llegada. Llegar el primero no garantiza la victoria pero sí 15 puntos como 15 soles. Después las cartas obtenidas durante la partida te darán la victoria. Hay un aspecto que me gusta mucho y es que si un jugador no consigue ni siquiera cruzar las murallas de la ciudad, no tiene ninguna oportunidad de ganar.
El juego lo gané yo, por primera vez en la historia gané un juego que había preparado. Mis dos compañeros de juegos no habían sabido conectar con sus necesidades o con las cartas, para superar la distancia a la ciudad. Hasta insinuaron que se habían dejado ganar, que el juego era tan sencillo que sus prestigioso cerebros estaban por encima de tan simple tarea. Desmerecer al contrario, nunca pensé que vería ¡esa situación!
Entonces me volví a fijar en Chechi y su nariz, sus ojos vidriosos, sus pupilas dilatadas, su gesto impasible... ese no era el estado latente, ¡era otra cosa! Al final rebobine la secuencia de su llegada y observe a Chechi en la puerta con ese sospechoso polvo blanco, ahora sí, parecido al ¿azúcar?
- Oye Chechi, ¿Qué te has metido? ¡Estas raro!
- ¿Yo? Nada.
- ¿Nada? Estas como ido, no has pillado nada del juego, y eso que te pasa no es el estado latente. ¿Qué has comido?
- Bueno, antes de venir me he pillado una Napolitanas.
- ¡Unas napolitanas!
- Sí, al principio iba a comer unas dos o tres, pero al final me he comido toda la caja.
- ¡Toda la caja!
¡Coño! ¡El azúcar no puede dejar tan jodido a nadie! Fue entonces cuando empecé a atar cabos. La Napolitanas deben de tener ese nombre por alguna razón, se me ocurrió emparejarlas con Napoleón pero tenían una aire demasiado italiano, así que probé con Nápoles. Nápoles del griego Neopolis (ciudad nueva), ¿qué hay en Nápoles relacionado con las sobredosis? ¡La Mafia, la puta mafia! ¿Y si la Mafia había empezado ha traficar con sus polvitos blancos y usaban las Napolitanas como tapadera? Entonces fui más allá y pensé que la mafia de Nápoles es la Gomorra. ¡Joder! ¡La Gomorra! Ya lo tenía, Sodoma y Gomorra habían sido dos ciudades destruidas por Dios, por lo tanto la Mafia Napolitana conocida como Gomorra había ideado una nueva droga bautizada con el mismo nombre que destruía la intuición lúdica de los jugadores (¡vaya jodienda mental!) y además se estaba introduciendo para diezmar el crecimiento de guerreros lúdicos en nuestras tierras. ¡Joder! ¡La teoría era brutal y la había deducido yo solo! Por eso pensé, que a lo mejor... se me estaba yendo la pinza de nuevo (sic).
- Sí, toda la caja. ¿Qué pasa?- continuó Chechi.
- ¡Las Napolitanas estan boníssimes! - complementó Núria.
En el fondo yo también pensé que las Napolitanas estaban buenísimas pero como siempre no estaba pensando en las galletas. ¡Ahora sí que tenía un lío de narices! Había descubierto una ficticia red de tráfico de Gomorra y ésta se había mezclado con italianas buenorras que merendaban galletas con azúcar.
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PENSAMIENTO ENFERMIZO ¡ESTO NO SON GALLETAS! |
Me interesó sobremanera la conexión bíblica del asunto. ¿La idea de una señal divina que utilizaba a mi amigo como vehículo del mensaje? ¿Posesión divina? ¿Chechi era un Arcángel? ¡Un Arcángel drogado con Napolitanas! En mi mente todo tenía sentido pero, ¿como coño había llegado tamaña información a mi red neuronal? Miré a Sergi y éste asintió con la cabeza y no pronunció ni una sola palabra. Con ese gesto había tenido suficiente, Chechi o el Arcángel (o lo que fuera) había conectado conmigo mentalmente y me había pasado esa valiosa información.
Después de reflexionar, mientras hacia ejercicios de respiración, llegué a la conclusión de que a lo mejor no había recibido ningún mensaje divino y que Núria no me hablaba por hacer el ridículo en la maldita tienda. ¿Pero. por qué Chechi me había mirado así? (¡Dios! ¡Un nuevo resquicio a donde agarrarme!). Todo por culpa de ¡Las malditas Napolitanas!
MÁXIMA CONCENTRACIÓN |
PRIMERAS RESTAURACIONES |
PIQUE MORTAL |