lunes, 7 de agosto de 2023

¡LA HORDA!

DEDICO ESTE RELATO A MIS COMPAÑEROS, LOS CULTISTAS LÚDICOS, CON LOS QUE COMPARTO MIS AVENTURAS EN GLOOMHAVEN.



LA HORDA

El viento sopla en mi cara y el hedor a  muerte me envuelve. Es difícil evitar los escalofríos que recorren mi cuerpo y que me hacen estremecer, no de miedo sinó de ansiedad. El estado en el que me encuentro es terrible, mi cuerpo actúa de forma autónoma, ha perdido el control y aquella sorpresa final lo ha puesto en alerta constante, matar, matar, matar… Hemos llegado hasta esta planície después de enfrentarnos a los peligros del bosque Eterno. Estamos heridos y listos para morir. Lo que no esperábamos era aquella horda de muertos vivientes que se dirigía inexorablemente hacía nosotros y que forman una barrera inexpugnable hacía nuestra libertad.


Son muchos años luchando juntos, codo con codo, espalda con espalda. Nos reunímos para cumplir una misión, pero el fragor de la batalla, la amistad forjada a fuego en la fragua del destino, recogernos los pedazos mutuamente y recomponerlos, todo, absolutamente todo, nos ha llevado a este momento crucial.


- ¡No vamos a dar un paso atrás! - grito Ángel- ¡Lo que nos aguarda en el bosque es aún peor y lo sabéis!


-¡Me cago en todo! ¡Esto es una maldita mandanga! - Parra con sus cachivaches preparados para atacar nos mira con una sonrisa nerviosa.


-Debe de haber otra forma. Dejadme unos minutos y….


-No tenemos unos minutos Chechi, apenas tenemos uno solo- Núria señala la Horda que se mueve al unísono, sin fisuras, en una coreografía perfectamente ejecutada.


-¿Julito?- Chechi me miraba fijamente como esperando una respuesta que nunca llega.


El silencio es suficientemente explícito. No nos queda otra que morir con las botas puestas, dando la cara como siempre hemos soñado. No todos soñamos lo mismo, pero la muerte gloriosa en batalla siempre es una opción digna. Nadie escribirá sobre este momento por eso debíamos dejar el suelo cubierto de sangre, la sangre del enemigo y aquellos que se encuentren con la estampa que decidan qué escribir con la tinta roja del suelo, porque la historia no la escriben los valientes, la escriben aquellos que llegan después.


-¿Nos tomamos la última?- Parra levanta el cuerno lleno de hidromiel y lo comparte.


-¡No me jodas!- aquel gesto me hace reaccionar porqué ante la muerte aún hay los redaños suficientes para esos gestos fraternales tan característicos.


El cuerno pasa de mano en mano, todos compartimos ese último momento, esa especie de ceremonia antes del final. Asentimos con la cabeza después de cada trago y nuestras miradas se cruzan. Ya queda menos.


-¿Un abrazo?- pregunta Chechi.


Nos miramos como si nos hubieran dado un puñetazo. ¿Un abrazo? El amado líder nos mira y después sonríe.


-¡Bastardo!- grita Ángel- ¡Por un momento me lo había creído!


Es Núria la que alargando su puño ofrece ese saludo de respeto final, ese saludo de despedida. Todos conectamos a través de ese gesto y este último contacto nos reconforta. Es como un momento de paz antes de que todo acabe, es un momento infinito que nos hace recordar todo: las vacaciones, las cenas, la familia, la amistad. 


La Turba rompe ese momento y como auténticos resortes, reaccionamos al ataque inminente. 


Ángel tensa las piernas, se sitúa con cierta ventaja y lanza sus explosivos. Despeja la primera horda. Explosión, huesos, sangre, vísceras. Coge carrerilla y se lanza como un rinoceronte golpeando con todo. Cada golpe es un martillo, cada giro un tornado. Agacha la cabeza y embiste, gana espacio, levanta la cabeza y vuelve a lanzar un explosivo. La energía con la que se mueve mientras golpea es increíble. Lo da todo y los seres huecos, sin vida, se arremolinan sobre él. Algunos salen despedidos hacía atrás con la cabeza reventada, pero otros ocupan su lugar. En un último intento se pone de pie y consigo encontrar su mirada. Entonces, después de un guiño, desaparece con  una explosión final. ¡Qué final! ¡El puto mago lo hizo! ¡Qué espectáculo!


Núria levanta los brazos y los malditos zombis empiezan a atacarse entre ellos. Desmenuzan, muerden jirones de carne que arrancan con furia. Decenas de ellos caen. Entonces se rompe la concentración. Reacciona e invoca seres que despistan a los hambrientos cadáveres, un señuelo. Aprovecha y ataca con todo, los muertos caen mientras no saben qué les está atacando. La danza de la muerte dura mientras la energía de la Madre de Dragones aguanta. El señuelo cae y los hambrientos se dirigen a ella. Corren como impulsados y ella los espera con los brazos abiertos. Ataca a distancia y los cadáveres se arremolinan a sus pies. Un único mordisco la descompone y los harapientos cadáveres se ciernen sobre ella. Entonces grita una última vez y los muertos desconcertados se miran entre ellos y durante su último aliento de vida, se arrancan las cabezas, unos a otros, dejando tras de sí un paisaje dantesco. ¡Su última obra de arte!


Chechi reacciona como nunca. No puede encontrarse en una posición más desventajosa. Acaba de detectar la presencia de un grupo de zombis a sus espaldas. Agacha la cabeza y medio se cubre el rostro con el manto de su capa, confiando en que los muertos no lo vean a la luz del crepúsculo (¡puto estratega!). Al momento se levanta de un salto y se vuelve hacia sus adversarios, echa mano a su magia y se sitúa en posición de repeler el ataque de sus rivales. Los zombis no hacen ademán alguno de lanzarse al asalto, están totalmente desorientados, en ese momento el golpe es certero y cercena extremidades. Treinta de aquellas criaturas gesticulan en el suelo sin piernas. Desde esa posición ventajosa Chechi revienta cráneos por doquier, sesgando la existencia de aquellos seres. Los zombis gesticulan de forma frenética y se dirigen hacia el amado líder.  Entonces aparece, un zombi enorme, un gigante, Chechi respira con fuerza, pues no es fácil plantar cara a un oponente tan formidable como un gigante zombi. Por si no bastara su envergadura y capacidad de lucha, el gigante zombi se mueve con decisión. El monstruo agarra a Chechi entre sus manos y empieza a estrujarlo. Chechi levanta los brazos e invoca unas pequeñas criaturas que rápidamente entran en el oído de la bestia y llegan hasta su cerebro que arañan y rasgan de forma brutal. El gigante cae de rodillas con el cadáver de nuestro líder en sus manos, mientras su cerebro  ya licuado sale por los orificios de su nariz. ¡El estratega nos deja con una lección táctica brutal!


Parra se lanza contra la horda, que responde con agresividad. David esquiva la furiosa amenaza, dando una pirueta en el aire, rueda sobre sí mismo y se pone en pie de un salto, esgrimiendo sus letales armas, con las que traza dos profundas líneas de sangre en la cara de los diez primeros zombis que se quedan sin globos oculares y deambulan de un lado a otro. Parrita entra en acción y desgarra los tobillos de los enemigos que caen al suelo como un castillo de naipes. Pisa cada una de las cabezas reventándolas bajo su peso. Recupera el equilibrio, se ajusta su cachivache y dispara. Un cable sale volando y atraviesa el pecho de tres criaturas que arrastra hacía él. Cuando llegan a su destino cercena sus cabezas y con el pie levantado estira de la cuerda liberándola.


-¡Vas a conseguir que me enfade, horda de mierda! - suelta su última parramonada.


Se hace a un lado, gira sobre sí mismo y vuelve a rajar una y otra vez la piel verduzca y pútrida del enemigo. Mira a un lado y a otro y tras decidir que sus oponentes son demasiados, suelta una última patada destinada a mantener a los zombis a distancia y, dando media vuelta, se vuelve hacia mí. Me mira y levanta por última vez su cuerno de hidromiel y bebe. Su último sorbo mientras sonríe y abraza la muerte. ¡Aún le quedaba una Parramonada más!


Al fin llega mi momento, desenvainó mi espada y echó a caminar con lentitud hacia la Horda. No pestañeo; mi rostro no expresa la menor emoción. Ha llegado el momento de escribir mi propio final.

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