Es difícil no sentirse extraño volviendo a una vida normal. Pasamos casi dos horas encerrados inmersos en nuestros pensamientos, enfrentando peligros y demonios internos, intentando matar y sobrevivir. Volver al exterior es como volver al otro mundo, el mundo de afuera, lleno de vida, de suciedad, de estrés y de cosas que no veíamos necesarias pero para algunos como yo sí lo son. Miro el comedor de la casa de Ángel y ya no es como antes, dos horas viendo sufrir al amado líder y ahora es un sitio que me desespera y aburre tremendamente, en el fondo quiero salir de allí.
Me enamoré del amado líder el día que descubrí al táctico, al tipo que hay que vencer sí o sí. Enamorarse de él (lúdicamente hablando) es como caminar sobre auroras boreales, pero que solo nosotros dos podemos ver y sentir. Puede ser que encontremos a la pareja lúdica perfecta, a ese miembro que nunca puede faltar por su arrojo, pasión y dominio de la situación. Por eso cuando tenemos la oportunidad de humillarlo, de reirnos un poco de él, de recordar aquella tarde durante siglos, nos venimos abajo cuando alguien rompe esa ilusión, ese deseo. Ese día aprendí a recibir la traición que pueden darme la vida o un simple amigo o amigo simplón.
¿Hace cuánto tiempo que no me siento cómodo en su compañía? ¿Cuánto tiempo pierdo huyendo de él? Hace mucho comencé el largo trayecto de soportarle, perdonarle y en lo que llevo de tiempo aguantando a esta persona insoportable he entendido que no puedo esperar que el pobrecillo se ponga a pensar en el último turno. Ese último turno crucial e importante en el devenir de los acontecimientos.
¿Estamos preparados para la victoria o estamos condenados al auto sabotaje? Llámese auto sabotaje a todos los actos que hacemos contra nosotros mismos cuando estamos a punto de alcanzar el objetivo por el que tanto trabajamos. ¿Quién de nosotros no ha visto como una amistad arruina, una relación lúdica perfecta, que va de maravilla pero… ¿Se toman decisiones equivocadas en el puto último turno? La respuesta es sí. ¿Pero siempre? Sí, Angelillo siempre.
Todo iba bien en la base. Todos éramos aliens menos el amado líder. Parra y yo nos habíamos declarado aliens y acorralábamos al amado líder que corría de lado a lado de la estructura metálica mientras dejaba ir exabruptos sobre las lindeces del juego de marras. Ángel, como alien encubierto, le seguía el rollo de forma sibilina, el tipo sabía lo que se hacía (¡y una mierda que te den!). Todo nos llevaba a un desenlace: la infección del amado líder y su final.
Chechi arregla el quitanieves y se prepara para huir. Pero no se fía de Ángel y no está dispuesto a arriesgar su vida. Hay dos maneras de descubrir a un alien en The Thing, hacer un análisis de sangre o utilizar el cable y el lanzallamas como en la película. Chechi tenía el lanzallamas y Ángel el cable (o al revés, no lo recuerdo), recordemos que Ángel era alien, entonces pasó. Chechi le pide el cable a Ángel en señal de confianza. Es la única forma de subir al quitanieves y huir. Recordad que Ángel era alien. Reitero e insisto en que Ángel era un puto Alien.
Entonces Ángel (¡el alien!) en plena posesión de sus facultades (¡Y otra mierda que te den!), alarga la mano, y le da el cable al amado líder. Recuerdo en este punto que Ángel era un Alien. Este, al recibirlo, se queda con la boca abierta, ante la mirada atónita de Parra que ve pasar esa secuencia en cámara lenta, mientras el cable se acerca a la mano del amado líder que, sin pestañear, piensa para sus adentros: "Este tío no es un alien, no se puede ser tan tonto".
Parra no es de mecha rápida, normalmente está en contacto con la naturaleza y si además tiene la partida en el bolsillo, se relaja nivel Dios. Por eso, en la expresión de su cara, solo había una pregunta: ¿Qué puto plan tramaba Ángel? Y solo había una puta respuesta: Ninguno. Esa era la cruda realidad del que era Alien y parecía no saberlo.
Chechi alcanza el cable con una media sonrisa pensando que al menos dos humanos iban a ganar. Utiliza el cable y el lanzallamas y descubre la verdadera identidad de Ángel. Entonces les explota la cabeza. ¿Qué mierda es esta?
Los aliens perdemos la partida (Ángel también, no había plan ninguno) y el amado líder se alza como el gran superviviente de la historia. Ángel deja de sonreír y se da cuenta de que sus actos nos han llevado a la extinción. Nos mira cuál cachorro abandonado e intenta explicarnos que en su cabeza todo pasaba de otra forma mientras sonaba la música de la Casa de la Pradera. Idealizó un final en el que él acababa la partida en el quitanieves ante la mirada atónita de Chechi. ¡Me has pillado Ángel! ¡Qué jugadon!
¡La madre que lo parió! Lo de mi amigo Ángel no tiene nombre, mi amigo Ángel es más inútil que el plastidecor blanco, le hace falta un hervor. Va por la vida a pie cambiado. A mi amigo Ángel es para darle con un calcetín sudado en la boca. Este chaval lo hace todo del revés, no se entera de nada.