jueves, 27 de junio de 2019

¡EL GURÚ Y LAS SEXAGENARIAS!

Hace unas semanas asistí a una master class de Blood Bowl que impartió mi amigo Chechi, del que tan amargamente hablo en este blog. Una de las primeras cosas que aprendes cuando juegas con el maestro es que debes empezar con la rápida contratación de jugadores estrella. A partir de ese momento empiezan las ostias como panes.

Una de las primeras frases que el maestro suele dejar encima dela mesa y sin que nadie le pregunte es que, para convertirte en un jugador de cualquier tipo has de dejar a un lado el MIEDO.  El miedo es una de las principales razones de que seamos entrenadores de Blood Bowl y además jugadores frustrados que nunca nos atrevimos a ponernos un casco o a esconder una cuchilla bajo las protecciones.


El maestro Chechi siempre habla del miedo al fracaso, al ridículo, a la exclusión, a la mediocridad o incluso al éxito... es por eso que su master class iba dirigida a atenazar las bases de la participación. Según él todos tenemos talento y jugando a su lado es casi seguro que mejoremos.

Lo veo ahí, de pie, mirándonos desde la montaña, sentado en su trono, con su báculo en la mano, apuntándonos y exclamando:

- ¡Hermanos! Debéis probar, cuanto más exitosas, visibles o arriesgadas sean vuestras jugadas, más oportunidades tendréis de alcanzar la gloria. 


Después de soltar el mensaje divino pasa a la siguiente lección. Cuando ya tienes unos cuantos jugadores estrella, necesitas cartas de táctica y equipo. Como entrenador debes dar las ordenes necesarias y adecuadas para la victoria. A partir de ahí, tienes dos turnos para ganar. No te precipites, no busques ganar campeonatos, elige bien a tu rival, estudia las recompensas...

Seguir la estrategia de Chechi (el maestro) es necesario para ganar. Cómo y cuando te hagas con hinchas por el camino es otra historia. Con la estrategia de nuestro gurú seremos más competitivos pero no todo acaba ahí. La elección del equipo es importante, sus poderes, sus triquiñuelas, la manera cómo afronta los placajes, como se defienden...


Chechi se mueve como pez en el agua. Sólo Núria le hace sombra, de hecho es su mejor alumna. David y yo disfrutamos del momento, es un viaje a un mundo fantástico y estamos más por dar ostías como panes y no morir en el intento que de aprender demasiado. Una manera de jugar inocente y divertida que nos aleja de la victoria y nos deja en una situación sino delicada, algo compleja. Pero una cosa sí hemos aprendido del gurú, jugamos sin miedo.

El miedo no existe para nosotros, en esa inocencia lúdica de tochar los equipos y saltar al vacío como funambulistas del riesgo, caminamos sobre la cuerda floja sin pensar en el abismo que tenemos bajo los pies. Podemos caer y de hecho lo hacemos constantemente, pero nos levantamos porqué el miedo no preside nuestra estrategia. Ganamos algún enfrentamiento, incomodamos con nuestros jugadores, jugamos sin estrategia aparente... y eso nos hace peligrosos, no para ganar pero sí para crear situaciones divertidas que nos ilusionan.


El gurú es nuestra inspiración pero es, en nuestra ilusión, en nuestras ganas de jugar, en nuestra humildad lúdica donde hayamos la fuerza para dirigir a nuestros equipos en el campo. Blood Bowl se nos antoja muy divertido y entretenido. 

Hace poco estuve en una comunión. Hacía tiempo que no pisaba una iglesia y al hacerlo recordé tiempos pasados. Momentos de catequesis, de confesiones, de amistad. Recordé a mi catequista, una de las mejores personas que he tenido el placer de conocer. Me senté la lado de un tío mío y en vez de seguir el rito cristiano, nos pusimos a comentar cosas nuestras. No seguíamos el rito al 100% pero nos levantábamos y nos sentábamos como mandan los cánones eclesiásticos cada vez que el gentío se movía arriba y abajo. Esa especie de manía que tienen en la parroquia de que el pueblo llano haga sentadillas hasta la exasperación es la que más me confunde. Todo este rollo religioso nos lleva hasta el punto culminante de recibir la comunión, la transubstanciación, en ese punto culminante, mi mente se cortocircuitó y pensé: "¡Ahora van a tomar la ostia!". De ostia, mi cabeza viajó hasta "¡Ostias como panes!" y de ahí ya no pude evitar estar sentado en una iglesia imaginando jugadas bárbaras de Blood Bowl, mientras las sexagenarias se acercaban al sacerdote para ¡placarle sin piedad! Algunas lo pateaban haciendo trampas y uno de los monaguillos, vestido de árbitro, las expulsaba una tras otra.
¡PLACAJE!
Como en el colegio, perdí toda la concentración y viajé, mientras mi tío me hablaba, pero valió la pena. Ahora estoy loquísimo por poder tener ese equipo de sexagenarias preparadas para placar trols, vampiros, enanos y lo que se ponga ¡por delante!

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